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Amigos íntimos

Amigos íntimos

Sus manos tibias masajeaban mis senos tan perfectamente como su lengua recorría mi boca....

22/11/2018 | Autor: Valeria Rodríguez
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La primera vez que “hablamos” del tema Alan y yo estábamos afuera del cine esperando la función. De pronto me preguntó:

—¿Hace cuánto que no tienes sexo?
—Mmmm, como seis meses.
-¿Cómo puedes estar tanto tiempo así?
-¿Y qué hago? Tampoco es que yo quiera.
-¿Y te dan ganas?
-Tantas que si el Felipe se me acerca ahora sí me lo echo.
-Jajaja, ¿neta?, no manches Priscila, si estás urgida.
-Y ¿tú qué?
-Tres meses ya se me hicieron eternos, hasta me dan ganas de llamarle a Karina y decirle que todo fue una broma.
-Se me hace que ya te estás clavando de nuevo, querido amigo, y pones la calentura de pretexto.
-No, neta. Es broma, esa vieja ya fue… pero chale no sé qué pasa ahora que no se me hace con ninguna.
-Cálmate Alan ni que llevaras toda la vida así, date una manita jajaja…
-Mejor tú ¿no?
-…
-…

Conocí a Alan en la prepa, en la clase de estadística.
-Me acuerdo que ese día dije “esta chava tiene onda”-, me contó tiempo después.
Descubrimos que vivíamos muy cerca así que habitualmente nos encontrábamos para irnos juntos o ir al cine o a conciertos. No había química, así que nos hicimos amigos y cómplices de muchas aventuras.
Durante la universidad nos separamos un poco, él se fue a estudiar Actuaría y yo Relaciones Internacionales, además él comenzó a andar con Karina, la relación más seria que ha tenido y yo con David, mi último tormento.
En los últimos tiempos cuando nuestras relaciones se estaban yendo al carajo nos hicimos confidentes y nos acompañamos en nuestro dolor tal cual lo habíamos hecho en los momentos buenos.
La etapa del llanto y las borracheras ya habían pasado, ahora los dos queríamos volver al juego otra vez.

La segunda vez ocurrió en su casa, como muchas otras veces, quedamos en rentar un peli y echarnos en su cama a comer papas y pizza. Compramos un six de cerveza y así planeamos pasar la tarde del domingo. Estábamos solos.
Por alguna razón volvió a salir mi ex a la plática…
-Pero ¿qué extrañas de ese wey? Piénsalo, la neta era un patán.
-Sus patanerías no son lo que extraño precisamente-, dije con cara maliciosa.
-¿Qué onda contigo Pris?, últimamente andas muy libidinosa
-¿Libidinosa yo? Ay, ahora me vas a salir espantado.
-No espantado no, pero yo haciendo esfuerzos porque lo urgido se me quite y tú que a la menor provocación sacas el tema.
-No querido, el que en pan piensa es porque hambre tiene.
-No, pues la neta yo si tengo un chingo de hambre ¿tú no?
-¿Qué onda contigo, ya van dos veces que haces ese comentario? Ni al caso.
-¿De plano ni al caso? ¿Ni por necesidad?
-Wey ¿qué no tienes manos?
-Si pero la neta las tengo muy frías.
-¿Es enserio? ¿Te imaginas? Ja, no te atreves-, de pronto el diablo me tentó.
-No me retes Pris que te puedo dar una muy buena revolcada.
-Eso lo veríamos.
-Pues hay que verlo ¿no?
Toda la plática la había tomado como broma, en ocasiones solíamos ser irreverentes y pesados con nosotros mismos, sin embargo, terminó la frase poniendo su cara a unos centímetros de la mía con una mirada que en 7 años de amigos no le conocía. Hablaba en serio. Mientras lo pensaba unos segundos me di cuenta que me había calentado. Algo latió en medio de mis piernas.
-Va-, le dije poniendo cara de cínica y acercando más la cara a la suya pero sin tocarlo.
Pude sentir como de pronto entre él y yo había algo diferente, en segundos, todas esas ganas de tener sexo se volvieron en ganas de tener sexo CON Alan.
No sé de dónde demonios salió esa química, pero era real e intensa, no la iba a desperdiciar. De pronto sus labios se volvieron muy sensuales, me gustaba sentirlos sobre los míos. 
Me jaló hacia él y me fue acomodando hasta dejarme encima, él se quedó sentado y recargado en la cabecera de la cama y yo de frente, montándolo.
Percibí como su miembro iba haciéndose más abultado, sentirlo rozándome hizo que un cosquilleo me recorriera el cuerpo, mi sexo se despertó. Nos quedamos así unos instantes, viéndonos. Le sonreí, mientras muchas ideas de lo que quería hacer me cruzaban por la mente. Como si hubiera leído mi pensamiento, dijo:
-Con que esa es tu cara de cachonda.
-¿Te la habías imaginado?-, le sonreí nuevamente, mientras lo besaba.
-Alguna vez lo intenté.
-¿Y?
-Y me está gustando más descubrirla así.
Comencé a moverme provocándolo mientras nuestros besos se fueron haciendo más húmedos, íntimos y provocativos, su lengua se deslizaba con destreza y fuerza en mi boca, sus dientes mordían ligeramente mis labios… eran deliciosos.
Acarició mi cintura y mi espalda un rato y luego sus manos buscaron mis senos, primero por encima de la ropa, los masajeó y los apretó de una manera perfecta, palpó los pezones y tras corroborar que estaban duros metió sus manos por debajo de mi blusa, lentamente con los pulgares fue levantando mi sostén para poder tocarme directamente. Sentirlo así me hizo lanzar un tímido gemido.
Sus manos tibias masajeaban mis senos tan perfectamente como su lengua recorría mi boca. Tras un rato me apretó uno de los pezones hasta ponerlo todavía más erecto, me levantó la blusa y comenzó a chuparlo.
Lo succionaba con tal deseo que no quería que se despegara de mí. Era una delicia. Me encantó verlo concentrado y absorto con mi cuerpo.
Comencé a tocarlo también por debajo de su camiseta, sus músculos marcados me sorprendieron, su piel suave en la espalda y con ligero vello en el pecho me parecieron sensuales. Ya comenzaba a entender el porqué a Sandra le gustaba.
Quería más, así que tomé la iniciativa y me deshice de la blusa y el bra. Sus besos se extendieron por todo mi pecho, los hombros y el cuello. Luego le quité la camiseta a él.
Su boca buscó de nuevo la mía, el contacto de nuestros cuerpos me hizo sentir una especie de electricidad por todo el cuerpo.
Me tendió en la cama y comenzó a bajarme los jeans, luego se puso encima de mí para dejar nuevamente su miembro encima de mi pubis. Yo empujé mi cuerpo al suyo movida por la urgencia de sentirlo más, quería que estuviera desnudo de una vez pero también disfrutaba esa sensación de deseo que me hacía enardecerme.
-Eres bien caliente Pris.
-¿Y te gusta?
-Me encanta.
Metí una de mis manos a sus jeans, su pene estaba erecto y caliente, lo froté unas cuantas veces, finalmente la saqué para bajarle el cierre. Él terminó de desnudarse y yo me quité la panty.
Me abrió las piernas y se puso de rodillas frente a mí, sin dejar de observar lo que pasaba, como si fuera un experimento, tomó la punta de su miembro y la deslizó por la entrada de mi vagina. El contacto y la humedad me provocaron un espasmo exquisito, otro gemido se escapó de mi boca. Como si no lo esperara me miró casi sorprendido, empujó ligeramente su miembro dentro de mí, paseándolo de arriba abajo lentamente, pero ahora no dejaba de verme. Me sentía a un paso de volverme loca de placer.
Casi a punto de pedirle que me penetrara lo más adentro que pudiera, se detuvo en mi clítoris. La punta de su miembro empapada y deliciosamente suave trazaron círculos perfectos que me hicieron gemir más. Mis manos trataban de alcanzarlo sin mucho éxito, la calentura que sentía era tal que necesitaba tocar “algo”, comencé a tocarme los senos. Le encantó.
-Te ves maravillosa haciendo eso.
-Tú te sientes maravilloso haciendo eso…
Mi sexo palpitaba. Deseaba tener el suyo henchido de pasión, con urgencia de vaciarse dentro de mí.
Por fin me penetró, estábamos tan mojados que su miembro resbalaba de una manera perfecta dentro de mí.
Nuestros cuerpos estaban súper calientes, comencé a sentir como las gotas de un leve sudor me recorrían en el centro del pecho, el abdomen, incluso la parte interna de los muslos.
Sus embestidas se hicieron más precisas y la punta de su pene comenzó a tocar un punto que era como un interruptor de placer, me quedé quieta intentando que con cada penetración lo acariciara otra vez. Deseaba que esa sensación que iba creciendo no cesara, adivinaba que iba a punto de tener uno de los orgasmos más intensos de mi vida.
-Así… ahí…-, no pude evitar decirle con el aliento entrecortado.
El calor y el cosquilleo se mezclaron y como si tuvieran vida propia comenzaron a recorrerme desde las piernas, se hicieron más intensos en mi sexo y enseguida una explosión me invadió totalmente. La mente se me nubló, el único pensamiento que cabía en mí era el enorme goce que estaba sintiendo. Las contracciones de mi vagina acompañaron el vaivén cada vez más enérgico y descontrolado de Alan, en un momento despegó su rostro del mío para concentrarse sólo en su goce, observar como también se desconectaba del mundo, verlo así, vulnerable, entregado al placer de estar conmigo me encantó.
Nuestros gemidos se entremezclaron, primero a un volumen ascendente para luego irse apagando. Permaneció en silencio dentro de mí un rato más.
Sentía que cada célula de mi cuerpo latía, el clímax del orgasmo había pasado pero aun tenía la sensación de estar flotando, desconectada del mundo, con una energía muy fuerte circulándome por todos lados.
-Y ¿quién revolcó a quién?
-Empate ¿no?
-Jajajaja, sí creo que sí.
-Ahora sí puedo decir que te conozco de pe a pa.
-Ay Alancito quien te viera, qué buenas sorpresas.
-Tengo algunas facetas que ni te imaginas, Pris.
Nos sentíamos cómodos, hablamos de nuestros rollos amorosos y planteamos no echar a perder la amistad que tenemos.
-¿Alguna vez pensaste que tendríamos sexo por compasión?
-¿De plano así de urgidos estábamos?
-Jajaja, me late que sí.
Nos medio vestimos, vimos la película y comimos pizza, por momentos volvíamos a calentarnos, nos besábamos y tocábamos arrebatadamente.
Me fui a mi casa. Durante la semana hablamos como siempre, sin tocar el tema, tampoco nuestro trato cambió.
El viernes por la tarde me envió un mensaje al cel.
-¿En qué andas Pris? ¿Quieres conocer otra de mis facetas? No hay nadie en mi casa, ¿te lanzas?
-Va-, le contesté. Y sin pensarlo más me dirigí a su casa a ver qué me tenía preparado.

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