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Felices los tres

Felices los tres

Una tras otra llegaron varias oleadas de calor, me sentía desconectada de mí, sólo me importaba el placer infinito que sentía.

29/11/2018 | Autor: Valeria Rodríguez
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Violeta y yo somos amigas desde la secundaria, juntas hemos pasado infinidad de cosas, conocemos nuestros más íntimos secretos y si hay alguien con quien soy capaz de atreverme a soltar las confesiones más hot y a hacer las locuras más desenfrenadas es con ella.

Con Violeta no tengo tapujos, ni ella los tiene conmigo; me cuenta todas sus aventuras sexuales, que son muchas, y siempre me anima a que sea más lanzada en cualquier cosa que haga, ya sea irme a vivir de roomate con un extranjero o probar a que saben los besos de los vecinos.

Aunque solemos vernos seguido, hacía poco más de dos meses que por una u otra cosa no habíamos podido reunirnos para platicar, finalmente hace dos viernes me mandó un mensaje de texto al celular: “Vámonos de antro al rato. Hagamos locuras. Por los viejos tiempos”.

Cuando estaba arreglándome para verla, sentí algo que hacía mucho no sentía: emoción por saber que “algo” iba a pasar, no sabía qué pero sí sabía que esa noche Violeta y yo haríamos algo único, fue como un presentimiento… pero además lo extraño es que estaba excitada. Me quise poner la lencería más sexy que tengo, una minifalda, una blusa sugerente y unas botas que me hacían ver unas piernas fabulosas.

Después de ponernos al día sobre algunos asuntos y tomarnos un par de vodkas en el lugar, nos fuimos al antro que solíamos visitar unos tres años atrás.

Durante las horas que estuvimos ahí en dos ocasiones se nos acercaron un par de tipos a ofrecernos tragos pero de ahí no pasaron, la verdad es que ninguna de las dos tenía muchas ganas de socializar más bien todo el tiempo bailamos, recordamos nuestras coreografías idiotas.
Un tipo atractivo de unos 40 años nos mandó un par de bebidas con el mesero y nos saludó desde lejos, nos dio risa su táctica de película gringa y nos preguntamos qué haría ahí, entre nuestras teorías surgió que era el dueño del lugar o que se dedicaba a cazar talentos para algún ‘taibol’.
De pronto a Violeta se le iluminaron los ojos:
-Finjamos que somos lesbianas.
-Ay guacala, a mí me gusta besar weyes.
-¿Cómo sabes? Además yo beso muy rico-, dijo acercándose más a mí.
-¿Te me estás insinuando?-, quise ponerla en aprietos.
-No wey, hagamos algo más para divertirnos que sólo emborracharnos, espantemos a éste y a ver qué sale ¿no? Imagina que soy tu Scarletcita Johanson.
-Ya quisieras… jajajaja
-Bueno ¿sí o no? Qué monjita me saliste.
-Ay ya… sabes que lo voy a hacer. Ah, pero eso sí, tú eres la activa y yo la pasiva.
-Jajajaja no seas tonta Vale, no hay de esas.
-Oh bueno, quiero decir que tú seas la que se me lance… y tú pagas la cuenta… yo soy tu lady, pues… jajajaja
-Ok
El tipo de las bebidas nos seguía observando, brindamos sus tragos de cortesía y enseguida Violeta se levantó de su asiento para ir al mío y plantarme un beso en los labios. Al separarnos nos botamos de la risa, bebimos de nuestro vaso otra vez y ella me tomó de la mano para llevarme a bailar.
Seguimos con nuestro plan lésbico y durante algunas horas nos dedicamos literalmente a cachondearnos, era raro pero entre la euforia de la música, la gente y algo de alcohol me divertía tocarla y me gustaba que ella me tocara a mí, pasaba sus manos sobre mis nalgas, mis piernas, mi cintura, mis hombros, levantaba los brazos para quedarse cerca de mi torso, de mis senos y mi cara; yo realmente lo disfrutaba.

Algunos chicos nos veían embobados, disfrutando de lejos un asunto que no era para ellos, un osado quiso entrometerse bailando entre las dos pero en menos de lo que se imaginó lo sacamos de nuestro camino.
El tipo de las bebidas desapareció.
Nos fuimos hasta que el antro cerró, acordamos ir a comer unos tacos a un lugar cercano y de ahí tomar un taxi para irnos a mi casa. Comenzamos a caminar a la taquería cuando nos dimos cuenta que una camioneta nos seguía, iba a nuestro paso. La calle estaba iluminada y había bastante gente pero pudimos darnos cuenta, fingiendo que algo se me atoró en la bota nos detuvimos para ver si el conductor aceleraba y se iba, no fue así se paró frente a nosotras y bajó el vidrio: era el tipo de las bebidas.
-Hola, ¿las llevo?
-No gracias, sigue tu camino-, le dijo cortés pero fríamente Violeta.
-En serio, me cayeron bien. No soy secuestrador. ¿A dónde van?
-A cenar, aquí a la esquina-, terminó diciendo Violeta.
-¿Me invitan?
-Mejor, tú a nosotras-, respondió ella.
-Va allá las veo. Es una cita. Le dijo coqueteándole mientras aceleraba y se iba.
 -¿Qué haces Violeta?- dije indignada.
-¿Qué, ya se acabo la diversión?
-Pues no pero… que nos invite a cenar y luego ya vemos…
Llegamos al lugar y él ya estaba instalado en una mesa, con tres cartas para ordenar. Cenamos, se llamaba Saúl, nos contó que era arquitecto, divorciado, sin hijos y acababa de regresar a la ciudad. Ya con la luz del lugar pudimos ver que era guapo, alto, complexión media, ligeramente llenito, pero se veía fuerte, su cabello era lacio y algo grisáceo, ojos cafés y grandes, piel apiñonada. Y era muy directo también:
-Las vi y se me antojó estar con las dos, ¿qué dicen?
-¿Y a dónde vamos?-, se apuró a decir Violeta
-Si quieren a mi casa, si quieren a un hotel, ustedes mandan.
-Hay un hotel a dos cuadras ¿te parece?-, dije yo.
-Me parece cualquier cosa que ustedes digan-, respondió mirándome a los ojos, mientras por debajo de la mesa me acariciaba el muslo descubierto. La piel se me erizó.
Su camioneta que no era ostentosa estaba estacionada a unos pasos de la taquería, nos subimos a ella, por sugerencia de él, las dos adelante, no nos pareció mala idea y lo hicimos, Violeta quedó en medio. Saúl se subió a la camioneta y se acomodó:
-¿A dónde dicen que vamos?
-No se te antoja antes una probada.
-¿Tú me la vas a dar?
-Si tú quieres…
Saúl se apresuró a bajar se el cierre el pantalón para mostrarnos su enorme pene erecto, enseguida Violeta se agachó a chupárselo. La cara de él fue de éxtasis total. Estiró uno de sus brazos por sobre Violeta y me alcanzó para meter una de sus manos entre mis senos, me apretó un pezón mientras gemía ligeramente por lo que le hacía Violeta. Mi sexo se humedecía.
-Vámonos de aquí-, les imploré.
Llegamos al hotel, hizo el registro y subimos a la habitación. Ya adentro, nos pidió que nos desnudáramos primero nosotras, yo iba a comenzar a hacerlo sola pero Violeta me sorprendió quitándome la blusa, entre las dos nos fuimos quitando una prenda a la vez.
Luego de quitarme la blusa, me besó un seno sobre el bra, tras quitarme la falda me tiró sobre la cama para pasear su lengua en la entrada de mi vagina, sobre la panty.
Yo la rebasé, le quité la blusa y el bra para besar directamente su suave pezón, mi lengua se deleitó con una piel exquisita, en cuanto se puso duro se lo chupé ligeramente. Tras deshacerme de sus jeans y su tanga, me mojé un dedo para metérselo un poco en la vagina, estaba caliente y mojada, me quité mis panties y me pegué todo lo que pude a su cuerpo. Ella me quitó el sostén para besarme los senos directamente.
Una tras otra llegaron varias oleadas de calor, me sentía desconectada de mí, sólo me importaba el placer infinito que sentía.
-¿Y yo no estoy invitado?-, dijo Saúl parado a un lado de la cama. Ya estaba desnudo.
En silencio, Violeta y yo nos incorporamos, yo me quedé sentada y ella se paró al lado de él, le tomó las manos llevándolas directo a sus senos, él se los amasaba con fuerza…
-¿Qué ricos están? ¿Te los puedo chupar?
-Para eso son-, dijo ella.
Yo por mi parte, comencé a frotar su pene hasta ponerlo muy duro, se veía apetitoso, cuando él se agachó a besar los senos de Violeta, yo me llevé su miembro a la boca. Sabía delicioso, un líquido ligeramente salado se mezcló con mi saliva y eso me encantó. Iba a llevarme una mano en medio de mis piernas pero Violeta me ganó. Sus dedos mojados comenzaron a hacer círculos deliciosos en mi pubis.
No sé cómo sucedió pero entre Violeta, Saúl y yo la sincronía de nuestros cuerpos era perfecta. Hubo un momento en que solamente me dediqué a sentir.
Entre los dos me tendieron en la cama, Violeta se acercó a chuparme el clítoris vigorosamente, lo succionaba delicio, su lengua se deslizaba con gran habilidad, la sensación de su saliva mojando la entrada de mi vagina me hacía lubricar más y desear que escarbará dentro de mí, que entrara y me llenara de goce.
Mientras Saúl me ponía en la cara su pene delicioso para que lo saboreara a placer, sentí una imperiosa necesidad de tenerlo dentro y le dije casi ordenándole:
-Métemelo ya.
Violeta se detuvo y como si se hubieran puesto de acuerdo, él se pasó a penetrarme, mientras ella me ofrecía sus senos hinchados de urgencia y su boca exquisita.
-Ahora yo te la quiero chupar-, le dije a Violeta mientras un primer orgasmo me estaba llegando.
Casi de un salto puso su vagina sobre mi cara medio montándome, ella y Saúl se besaban y tocaban mientras él me embestía con potencia. Yo apretaba con mi vagina su enorme pene erecto, tan duro que parecía de mármol, y bebía del néctar de Violeta. Todavía me excita recordar esa imagen.
Grité en medio de un orgasmo delicioso y prolongado, no recuerdo haber tenido uno más duradero, el placer inundaba cada centímetro de mi piel, cada uno de mis poros, sentía que yo misma era el placer.
-Ahora yo quiero-, dijo Violeta.
Saúl se apresuró a montarse sobre ella, parecía poseído, estaba en camino a venirse dentro de Violeta.
-Ponme tu trasero enfrente-, me exigió.
Lo hice. Me pare enfrente de él y me agaché para dejarle al descubierto mi ano. Paseó su lengua húmeda, suave y flexible haciéndome gemir una vez más de placer.
-Déjame mamarte los pezones-, pidió Violeta.
El tono en que lo hizo me prendió tanto que no dudé en dejar a Saúl para irme con ella. Al poco rato, él comenzó a gemir y ella a jadear de placer. El orgasmo de ambos también fue intenso.
Al final los tres nos quedamos en silencio medio somnolientos. Dormimos un par de horas, Saúl fue el primero en levantarse y decir que se iba.
Violeta y yo comenzamos a vestirnos luego de que se fue…
-Qué rico la metía, ¿no?-, dijo ella.
-Mucho, creo que tuve el orgasmo más largo de mi vida… chale, no nos dejó su teléfono.
Antes de salir, Violeta me tomó de la cintura me acercó hacía ella y me besó en los labios, esta vez su lengua exploró dentro de mi boca y buscó la mía. Hubo chispas.
-Bueno ya hicimos nuestra locura de la semana, ahora de vuelta a la vida normal.
-Pero sigo siendo tu ‘lady’, te toca pagar el taxi.
-Jajaja, ni que besaras tan bien.

No hemos vuelto a hablar del tema ni siquiera a comentar algo acerca de Saúl, el tipo de las bebidas, pero acabo de recibir un mensaje de texto que dice: “Hagamos locuras. Por los viejos tiempos”.

 

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