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Revista Veintitantos

El mejor final feliz

"Sus manos cálidas llegaron a mi vagina, jugueteaba con mi lubricación, me acariciaba la entrepierna, mis labios y, por primera vez, introdujo uno de sus dedos, gemí"

El mejor final feliz
Shutterstock
09/05/2019 | Autor: Rincón Erótico
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Una de las cosas que me gusta hacer en esos momentos de aburrimiento o descanso mental, después de una semana muy pesada, es ver pornografía. Pero como a la mayoría de las mujeres, prefiero esa en la que las tomas van más allá del pene y la vagina, de arriba y abajo, adentro y afuera… Prefiero lo cachondo, las caricias, lo provocador; lo erótico, para ser más exactos.

Cierto día, mientras navegaba en mi página predilecta, me encontré con un video en el que una coreana estaba acostada cobre una mesa de masajes con las piernas ligeramente separadas y una toalla que cubría de su cadera a su pecho, quería saber de qué se trataba, así que entré.

El video comienza de manera casual, ella entra, se quita completamente la ropa, se recuesta y se tapa con la toalla, segundos después entra un hombre (o mujer) y empieza a masajearla. Comienza por la espalda, llega a su cintura, baja a las piernas y termina en los pies. Poco a poco sube a su cadera, acaricia sus nalgas hasta dejarlas descubiertas por completo; la coreana no hace nada, no le molesta, no se incomoda, evidentemente ese es el fin. 

 

El video dura cerca de 30 minutos, es imposible no sentirse caliente, cuando te das cuenta, tienes mojadísima la ropa interior. Desde entonces usaba ese tipo de pornografía para pasarla bien conmigo, ya saben, masturbarme un rato. Hasta que un amigo gay, que se conoce todos los lugares en donde uno la puede pasar bien, desde antros, sex shop y “spas” de este tipo, me comentó que conocía uno, que es un secreto muy bien guardado, incluso, el lugar no tiene nombre, todo el que va le dice spa, no tiene publicidad de ningún tipo, no lo encuentras en internet, llegas a él porque alguien te lo recomienda. 

Así termine yo en el sitio. En el mero centro de la ciudad está el spa, caminas entre calles y llegas a una puerta muy pesada de metal, pareciera una vecindad, pero al poner el primer pie dentro, te das cuenta que les va bastante bien.

Es muy elegante, limpio y discreto. Alrededor se observan muchas habitaciones, no se escucha nada de ruido, nada. Su construcción antigua y gruesas paredes son perfectas para este lugar.

Un pasillo te lleva al lobby, hay una chica bastante guapa recibiendo a todo aquel que llega, te dan un cóctel de bienvenida, te enseñan los tipos de masajes que tienen y el costo de cada uno, después de elegir cuidadosamente, llenas un formulario, en él, debes anotar si quieres que sea un hombre o una mujer quien te de el servicio. Hombre, palomeé yo.

Después me di cuenta que las personas de recepción cambian constantemente, pues cualquiera que esté disponible puede otorgarte el servicio. De ahí que todos sean bastante bien parecidos.

Te asignan tu habitación, te dan tu toalla y te indican que te quites la ropa. Pareciera que es un deja vu, me dio la misma sensación que aquella vez que vi a la coreana. Como sabes perfecto a que vas, empiezas a sentir nervios, emoción y, claro, te prendes.

Paso cerca de un minuto cuando él entró. Traía puesta una bata blanca, estaba descalzo y olía delicioso. Supongo se lo debe a que trabaja con aceites todo el tiempo. No pude ver más, en ese momento me encontraba boca abajo. Le puso play al reproductor y una canción, que bien podría ser el fondo musical de cualquier película porno, comenzó a sonar.

El aceite era vainilla, un suave aroma llegó a mi nariz, escuché sus manos frotarse y sentí como se acercaba, comenzó con mi cuello y nuca. 

-Qué bonitos pies, pensé al verlos frente a mi. 

via GIPHY

 

Pasaba sus manos por mi cuello, sus pulgares hacían la presión necesaria, llegaba a mi nuca, mi cabeza y jalaba suavemente mi cabello. 

Siguió a mis hombros, hacía movimientos circulares, presionaba y poco a poco bajó a mi cintura. Caminó a hacia mi lado izquierdo, continuó en mi cintura, iba de un lado a otro, en ocasiones me sujetaba, sentía sus 10 dedos clavarse en mi cuerpo. Empiezo a lubricar… 

Siento como lentamente  baja por mi vagina una gota, llega hasta la tolla de la cama, baja otra, bajan más. 

Juro que es imposible contener la respiración, sin que te des cuenta empieza a agitarse y no es que yo sea precoz, no; pero esas caricias no son de un masaje común, son caricias que provocan, que preparan el cuerpo y lo hacen contonear. 

Llegó a mi cadera, con sus pulgares hacía presión arriba de mi coxis, mi cadera se levantaba, era como un movimiento involuntario. Se fue a mi pies, subió poco a poco por mi pantorrilla, cada vez se acercaba más a mi entrepierna, yo mojaba y mojaba la toalla. 

No te das cuenta del autocontrol que puedes tener hasta que estás siendo acariciada por un hombre de pies bonitos y delicioso aroma, desnuda, sobre una cama y sin poderte mover. 

Y llegó. Sus dos manos estabas en mi entrepierna, las yemas de sus dedos apenas y tocaban mi vagina, sentía como los pasaba suave y volvía a regresar a mis nalgas, bajaba a mis labios húmedos, me seducía y volvía a subir.

La toalla ya no me cubría las nalgas. Con una un tono suave me dijo “date vuelta”, su voz era masculina, gruesa y atractiva. 

Lo hice, pero no quise abrir los ojos, no todavía. Honestamente no quería llevarme una desilusión y desconcentrarme, así que preferí esperar hasta que mis 50 minutos de sesión terminaran. 

Ya estaba boca arriba, me quito por completo la toalla, volvió a mis hombros, bajaba a mi pecho y de pronto, tocó mis pezones. Me los apretaba con sus dedos índice y pulgar; apenas me acuerdo y quiero salir corriendo al spa. 

Empezó a jugar con mis bubis, las ponía entre sus enormes y suaves manos, otra de las ventajas de trabajar con aceite, supuse. 

Me sentía empapada, mi vagina no dejaba de lubricar y mi respiración estaba incontrolable; supongo que fue por eso que, sin más, fue directo a mi vagina, estaba preparada para lo que seguía. 

via GIPHY

 

No sé dónde aprenden a tocar, si practican o es un don nato; pero su tacto, fuerza y delicadeza es única. 

Una de las ventajas de este masaje es que nos permite concentrarnos en las sensaciones; cuando uno está caliente, lo primero en que piensa en un pene dentro de su vagina, pero ¿qué pasa con los previos? Son básicos y necesarios para llegar al orgasmo; en este spa te hacen recordarlo. 

No dejaba de ponerse aceite en sus manos, escuché el frote y de pronto, sus manos cálidas llegaron a mi vagina, jugueteaba con mi lubricación, me acariciaba la entrepierna, mis labios y, por primera vez, introdujo uno de sus dedos, gemí. 

Luego dos, gemí más. 

Luego tres, ¡grité!

Quería más, estaba más que caliente. Siguió metiendo sus dedos al tiempo que con la otra mano agarraba mis bubis. Iba cada vez más rápido, entraban y salían; inevitablemente me movía de arriba abajo. Se detuvo por unos segundos y colocó una almohada debajo de mi cadera. Sin duda se preocupan por tu comodidad. 

Pasaron domo uno o dos minutos en los que la única con total atención era mi vagina, sus dedos estaban concentrados en mi punto G, ¡OMFG!

Así fue como llegué eyaculé por primera vez en la mano de alguien, mis piernas temblaban, por unos segundos perdí la fuerza y me sentí desvanecer; él seguía y seguía, yo eyaculaba y eyaculaba, no tenía buena noción del tiempo, pero estoy segura que terminé tres veces en menos de 2 minutos. Creí que ya no podría más. Mis piernas eran tan débiles como las de un venado recién nacido, si alguien intentaba colocarme de pie seguro azotaba en el piso. 

Cuando me dio los mejores 5 minutos de los 50 que pagué, me ayudó a relajarme. Volvió a masajear todo mi cuerpo, se puso más aceite y se dedicó a restablecer mi pulso cardiaco. 

Tomó la toalla, me tapó y me dijo “Espero lo hayas terminado”. En ese momento abrí los ojos, estoy segura que cuando le dije gracias mi sonrisa era la de una puberta enamorada.

Efectivamente, era un hombre muy guapo. Pero no pienso dejar esto así, ahora sólo pienso en que sea quincena para regresar, pero esta vez con una mujer… Dicen que la vida vale la pena por las experiencias y yo quiero experimentar.  

 

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