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Revista Veintitantos

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toca para mi rincon erotico

Toca para mí

"Todo mi interior se contrajo y solté un jadeo que debieron escuchar mis vecinos"

26/03/2020 | Autor: @20s
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- Lisa, mira, él es Ismael. Ismael, ella es Lisa

Volteé y me paralicé al verlo. Lo recordé al instante. Era el chico de la preparatoria que me traía vuelta loca. Aunque él nunca me notó. Cuando yo cursaba segundo semestre, él iba de salida, pero esos dos semestres no dejé de acecharlo. De suspirar por él. Alto, cuerpo atlético, siempre bien vestido y, a diferencia de los galancillos que pululaban, Ismael era más bien tímido, callado, con una mirada profunda. Elegía bien a las personas que veía a los ojos.

Su salón quedaba justo frente al mío y yo me sentaba en la ventana para ver cuando entraba y salía. Jamás lo vi con una chica. Tenía pocos amigos. Jugaba baloncesto y yo no me perdía ningún partido, pero a pesar de todos mis esfuerzos él nunca me vio. O al menos eso había creído durante todos estos años. Cuando se graduó, la preparatoria no volvió a ser igual. Y no había vuelto a saber de él hasta ese momento.

Era la fiesta de Diana, mi mejor amiga. Cumplía 25 años y nos conocíamos desde la infancia. Estaba tomando mi copa y platicando cuando me interrumpió. Casi escupo mi trago, pero traté de mantener la calma.

Los ojos de Ismael me miraron fijamente, sin hacer gesto alguno. Seguramente debió notar mi sorpresa. Tengo una cara muy expresiva. Mis ojos siempre me delatan, y se abrieron de par en par.

- ¿Lisa?- me habló Diana al ver que perdía el habla.

- Sí, perdón. Hola. Ismael. Me llamo Lisa- tartamudeé, “y te deseo”, pensé para mis adentros.

 

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Iba bien vestido. Camisa formal negra, pantalón de vestir negro, zapatos negros y su pelo ligeramente rizado perfectamente peinado. Estaba que me derretía.

- Hola Lisa, yo me llamo Ismael- dijo inclinándose hacia mí, con una ligera sonrisa, burlándose de la estupidez que yo acababa de decir. Me puse roja y miré hacia el suelo.

- Ismael es el jefe de Humberto y... espérenme, ahora vuelvo- habían llegado invitados y tenía que recibirlos. Yo sólo pensaba “no, no me dejes sola con este dios terrenal”. Seguro se me vio en la cara, pues Ismael me dijo:

- No te preocupes, no suelo morder, por lo menos no en la primera cita.

¡¿Primera cita?! ¿Esto era una primera cita? Mis nervios estaban por los cielos. Mi corazón latía a mil por hora. Solté una risa nerviosa.

- Con que eres el jefe de Humberto...- dije levantando una ceja. Humberto era el novio de Diana, llevaban tres años juntos y él trabajaba en una empresa farmacéutica desde hace cinco. Ismael arqueó las cejas.

- Bueno, es un modo de decirlo- me dijo sin quitarme la mirada de encima-, trabajo en la empresa de mis padres, siempre han querido que alguna día me quede con el negocio, y digamos que yo no tengo problema con eso. Pero esa historia es muy aburrida, mejor dime algo de ti, Lisa- mirada más intensa al decir mi nombre-, ¿qué es lo que te apasiona de la vida?

¡Dios mío! ¿Lo que me apasiona? ¿No pudo preguntarme en qué trabajaba simplemente?

-Bueno, pues, este... lo que me apasiona, ¿eh? Es decir, sí, hay muchas cosas, como, por ejemplo...- tenía la mente en blanco, quería decirle “tú, tú me apasionas, haces que mi sangre hierva y más con esa maldita mirada penetrante, quisiera que penetraras otras cosas, quisiera que me arrancaras la ropa en este momento y que...

-¿Como por ejemplo?- me preguntó, simulando impaciencia.

Ah sí, concéntrate Lisa, concéntrate que no querrás perder su atención.

-¡La música!, sí, eso. Desde muy pequeña comencé a estudiar el cello y cuando lo toco pierdo la noción del tiempo, puedo pasarme horas y horas sentada y tocando. Siempre quise ser cellista profesional, o tocar en una sinfónica, pero bueno, tenía que estudiar y trabajar, pero nunca dejé de tocar.

Sin darme cuenta había perdido el miedo, hablaba apasionadamente y eso me pasa cuando hablo sobre música. Él me miraba con un pequeño brillo en sus ojos. Entonces sonó su celular e interrumpió esos mágicos cinco segundos.

 

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-Permíteme un momento.

Y se alejó para poder escuchar su llamada. Me quedé parada, estática. Se me acercaron unos amigos, pero yo quería que me dejaran sola, para cuando él regresara seguir hablando. Salió de mi vista y mis ojos comenzaron a vagar por el departamento en su busca. Dónde se metió, me preguntaba.

Entonces sentí una mano en mi cintura. Era él.

- Lo siento, Lisa, tengo un asunto del trabajo que atender. Fue un placer- me dijo en tono serio con una mirada fría. Me dio un beso en la mejilla, pero apretó mi cintura con una calidez más efusiva de la normal.

Se dio la media vuelta y me dejó ahí sola entre tanta gente.

Esa madrugada llegué a mi casa con una extraña sensación en mi cuerpo, de insatisfacción. Se me había salado mi única oportunidad con Ismael. Estaba triste, pero recordaba su mirada y me humedecía. Prendí mi compu, y no podía creer lo que me esperaba: una invitación de Ismael Llanos para hablar por Skype. ¿Cómo? ¿Cuándo? Acepté e inmediatamente después me llegó un mensaje.

- Quiero que toques el cello para mí.

La sangre me subió a la cabeza, pero esta vez no la regaría.

- Está bien- contesté.

- Prende la cámara.

Así lo hice y ante mí apareció también su imagen clara, sus ojos clavados en la virtualidad de mi imagen. Como pude, con todo y mis nervios, tomé una silla y el cello y me acomodé frente a la computadora. Cuando me senté, escuché su voz decir, sin un rastro de piedad, “Una cosa más. Quiero que lo toques desnuda”. Pensé que no lo había escuchado bien. ¿Desnuda? Por una parte sentí que quería pisotear mi integridad, pero por otra una excitación tal me invadía y no lograba decidirme qué quería que ganara, si mi pudor o mi placer. Una voz dentro de mí decía “desnúdate, Lisa, qué esperas, desnúdate”. Decidí callar la parte moralista, y frente a la cámara comencé a desabrocharme los jeans, pero el temblor me lo dificultaba. Me deshice de la blusa y quedé en ropa interior. Agradecí que ese día me había puesto lencería linda. Me senté y escuché su voz: “Todo”. Fuck. Volví a levantarme y lo vi. Inmutable. Decidida a no dejarme intimidar me quité el sostén y los calzones, me senté y abrí las piernas para meter entre ellas el cello. “Toca para mí”. Y comencé a tocar. Las vibraciones retumbaban en mi cuerpo y también lo hacían vibrar. Cerré los ojos y me olvide de que estaba desnuda, sólo sentí la música. Cuando los abrí, Ismael me miraba.

- Muy bien, tienes estrellita. Ahora quiero que hagas algo más: toca el instrumento más íntimo de tu cuerpo para mí.

Me quedé helada. ¿Estaba hablando en serio? No se conformaba con haberme visto desnuda, quería que me masturbara vía web para él. ¿Qué ganaría yo con eso?

- Lo haré, pero con una condición- le dije, y pude ver su cara de asombro. Parecía que estaba acostumbrado a que la gente siguiera sus órdenes sin chistar, pero si lo iba a hacer yo también tendría ganar, por lo menos eso me quedaba muy claro-. Mañana quiero una sesión personal, sin una computadora de por medio.

Llevó su índice a la barbilla y viró los ojos hacia arriba, como si estuviera pensándolo exageradamente, y dijo “trato hecho”. Y sí, en mi mente sonaba muy fácil, pero ahora que tenía que hacerlo no sabía por dónde empezar y de nuevo sentí que la sangre se me subía a la cabeza. Estaba ahí, frente a él, completamente desnuda, no podía dejar de pensar en eso y cuanto más lo pensaba, más me paralizaba.

-Calma, te ayudaré- me dijo-. Primero vuelve a abrir tus piernas. Muy bien, así. Ahora lleva tus pies al borde de la silla, para que pueda verte completa. Exactamente, eres una buena chica, lo haces muy bien. Lleva tu dedo medio a tu boca, saca la lengua y lámelo. ¡Uff! Qué rica boquita tienes. Baja tu dedo hasta tu clítoris y comienza a acariciarte circularmente. Con tu otra mano tócate los pezones. Lo haces muy bien. Eres una excelente niña. Te mereces un orgasmo. Ahora tócate de manera vertical y con tu otra mano métete un dedo. Dos. Sácalos. Mételos. Sácalos. Mételos. Mírame a los ojos mientras lo haces. Mírame. Soy yo quien te estimula. Son mis dedos los que tienes dentro. Es mi lengua la que te lame mientras entro y salgo con mis dedos. Dámelo, nena. Ahí lo tienes. Dámelo. Aquí estoy para ti. No me sueltes la mirada.

Todo mi interior se contrajo y solté un jadeo que debieron escuchar mis vecinos. En ningún momento quité la mirada de sus ojos y sentí que mi orgasmo duró una eternidad. Una sensación de vaivén apretaba mis dedos y los soltaba. Quedé sin aliento. Casi quería decirle que lo amaba. Quería llorar de puro éxtasis. Pero entonces su mirada cambió. Esa chispa se esfumó y me dijo:

-Mañana paso por ti a medio día. Te quiero en falda, medias y tacones- y se desconectó.

 

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Me dejó desnuda, frente a una computadora, con dos dedos dentro y una cara de recién cogida que no podía con ella. Cretino, pensé.

Dormí como un bebé. Cuando me desperté ya eran las diez de la mañana. Puse café y sólo con recordar la noche anterior una sonrisa aparecía en mi cara. Sí, Ismael era muy raro. No se parecía a ningún hombre con quien había estado. Era mandón y fetichista, pero mentiría si dijera que eso no me prendía. Pensaba en qué me esperaría hoy. Qué cosa rara iba a querer que hiciera y aunque me daba un poco de escalofríos, al mismo tiempo un punzada en mi entrepierna me decía que lo deseaba, fuera lo que fuera a pasar, lo deseaba, esa era la única verdad que conocía.

Tardé en encontrar la ropa adecuada. Me probé casi todas mis faldas combinándolas con el único par de medias que tenía, mis tacones y casi todas mis blusas. Nada me satisfacía, pero opté por algo clásico: minifalda negra, medias a rayas, tacones sobrios negros, una blusa blanca y escotada con un saco semi formal.

Pasó por mi puntal. Bajó del auto y me abrió la puerta. Se veía increíble, vestido de jeans deslavados camisa blanca y saco negro. Casi se me había olvidado lo guapo que era. Las piernas me temblaron sólo con verlo. En el trayecto me preguntó cómo había dormido, si tenía algo que hacer más tarde, si tenía novio. Como bebé, estoy libre todo el día, tengo un año sin pareja. Todas mis respuestas le fueron satisfactorias. Sonreía constantemente y una línea de dientes perfectos aparecía de vez en cuando.

Casi sin darme cuenta se metió a un hotel. Era de paso, pero lujoso. Vi que pagó tres mil pesos por la habitación y condujo hacia el estacionamiento privado.

-Te va a encantar- aseguró.

Y así fue. Tenía alberca, jacuzzi, era casi el triple de grande que mi apartamento. Puso una luz tenue y me dijo que estaba satisfecho con mi vestimenta, pero quería ver lo que había abajo. “Quítate la falda y la blusa, sólo déjate la ropa interior y las medias”. Bueno, este tipo no se anda con rodeos, pensé. Obedecí. Se quitó su cinturón. “Ve a esa esquina y levanta las manos dándome la espalda”. Las piernas me temblaron de nuevo. Fui a donde me ordenó y levanté los brazos. Arriba de mí había un tubo de donde colgó el cinturón y me amarró. Inmovilizada, se hincó y me abrió las piernas. “Así te quería tener. Estás tan húmeda…”, abrió la boca, sacó su lengua e hizo a un lado mi calzón para meterla ahí donde yo la quería. Mi cuerpo se estremeció y abrí las piernas lo más que pude. Mientras me recorría, sentí cómo poco a poco deslizaba un dedo entre mis nalgas. Quería tomarlo de la cabeza y estar amarrada era desesperante, pero placentero. No quería que parara. “Dámelo todo”, susurré, pero me prohibió que hablara, que gimiera siquiera, me tenía que tragar la mayor excitación que había tenido en mi vida y entonces exploté en su boca y él se tragó todo mi orgasmo.

Quedé casi colgando. “No creo poder aguantar otro”, atiné a decir. “No sólo aguantarás otro, lo harás con muchos más”, y dicho esto por detrás sentí todo su pene dentro. De un golpe.  Ahogué mis gemidos mientras me embestía. “Dime, Lisa, ¿a quién espiabas en la prepa?” ¡¿Lo sabía?! Pero no podía pensar en eso, cogía demasiado rico para pensar, no podía articular palabra. “¿A quién espiabas en la prepa, Lisa?”. Me dio una nalgada, que me sobresaltó pero hizo mis espasmos fueran más intensos. “A ti, Ismael, siempre te he deseado”. Más nalgadas me enrojecieron la piel, y mis contracciones eran imparables, hasta que él no aguantó más, se salió y terminó en mis nalgas, las cuales untó con su semen. Se sintió fresco después del ardor de los golpes.

Quitó el cinturón de mis manos que estaban adoloridas y me cargó hasta la cama. Me recostó y por primera vez sentí sus labios sobre los míos. Fue simplemente delicioso. Electrizante.

-Tenía años queriéndote coger- me dijo, mis ojos sorprendidos me delataron-. Desde la preparatoria me excitaba que me siguieras. Estabas en todas mis fantasías. Esto apenas comienza, Lisa.

Y no mentía. Esto apenas era el inicio.

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