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Sexo prohibido

"Nos pasamos al asiento trasero, sin perder el tiempo el se bajó los pantalones, yo me quité los jeans"

19/03/2020 | Autor: @20s
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“La capital será monitoreada las 24 horas a través de 8,000 cámaras de videovigilancia”. ¿Acaso se acabaron los lugares públicos para tener sexo rápido en el D.F.? Me niego.

La primera vez

Él es Dante- dijo Iván completamente complacido de que al fin yo, su novia y su mejor amigo nos conociéramos.

Por unos segundos me quedé muda, me parecía absolutamente irresistible. En cuestión de segundos mi cerebro captó decenas de detalles: alto, atlético, con porte, bien vestido, cabello castaño rizado y ligeramente engominado, tez blanca y un perfume irresistible. Su rostro era perfecto y muy sensual, tenía una boca pequeña, de labios algo gruesos y rosados, que humedeció antes de decirme: “Mucho gusto Valeria”.

Me ofreció una mano fuerte, suave y tibia; contra todo código ético me imaginé sus dedos apretando mis pezones… sería fantástico, pensé; mientras intentando no revelar mis pensamientos a ninguno de los dos chicos le sonreía y le confesaba las ganas que tenía de conocerlo:

Iván me ha hablado mucho de ti, ya era hora de que nos conociéramos.

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Estuvimos un rato en un bar, los tres sentados alrededor de una mesa lo suficientemente pequeña para observar el rostro de Dante muy detenidamente. Charlamos un buen rato, bebimos algunas cervezas, además era un chico inteligente con sentido del humor bastante mordaz que a mí me encantó; mientras me contaban alguna vieja historia pensé que en realidad era un chico malo vestido de niño bueno. Esa combinación definitivamente lo hacía más apetecible.

Iván me dio un efusivo beso en los labios y decidió ir a la rockola a poner “buenas rolas”,  el gesto me tomó por sorpresa, traté de disimularlo y controlar los nervios acomodándome el cabello y sonriéndole inocentemente a Dante, tomé un buen sorbo de mi cerveza mientras pensaba con desesperación en “algo” qué decirle a Dante pero él me tomó la delantera:

-¿Qué le das a mi amigo que lo haces tan feliz?- dijo con una sonrisa y un tono que me pareció algo malicioso.

-Mmmm, pues… amor, sólo amor…

-Lo tienes clavadísimo.

-¿Si?

-Habla maravillas de ti.

-Ah, ¿sí…? ¿Qué dice?

-Pues mucho de lo que he corroborado yo esta noche, que eres guapísima, divertida, inteligente, sexy… Me parece que lo último es en lo que más tiene razón…-, terminó la frase deslizando por debajo de la mesa su mano en mi muslo, sólo lo tocó y la retiró.

-Espero que no te moleste mi cometario, en serio me parece que Iván se sacó la lotería contigo-.

Mientras lo escuchaba mis ojos se perdieron entre sus labios, desee besarlos y sentirlos deslizándose en mi cuello, mi escote, mis senos; creo que incluso incliné mi cuerpo hacía él para estar más cerca. En un segundo pensé en las opciones que tenía: marcar mi distancia con él o hacerle ver que no tenía límites conmigo… no había mucho qué meditar.

-No, no me molesta, al contrario. Me parece que podemos llevarnos muy bien, tú también me encantaste… o sea… me caíste muy, muy bien.

-Que vives por el sur, ¿verdad?

-Sí y ¿tú?

-También, creo que de hecho muy cerca…

Iván regresó a la mesa, de nuevo la reunión tomó su curso; entre anécdotas, planes y sueños Dante de vez en cuando me lanzaba miradas que realmente me calentaban. Dejé de pensar en cualquier otra cosa que no fuera estar desnuda y encima de él, disfrutando el roce de su piel y el sabor de sus besos. Me sentía ligeramente mareada, no distinguía bien si era el efecto de la cerveza o mis enormes ganas de que me hiciera el amor esa misma noche.

Aprovechábamos las ausencias de Iván mientras iba al baño o regresaba a la rockola para coquetear más abiertamente.

Me acarició la oreja y el cuello, mientras observaba según él mis aretes y yo toqué sus labios, la quitarle restos de sal de la comisura. Había electricidad entre nosotros. Irremediablemente pasaría algo, no podíamos evitar que pasara. Ni queríamos hacerlo.

Después de un rato que me pareció eterno, Dante sugirió pedir la cuenta. Pagamos y salimos. Iván comenzó a despedirse explicándole que tomaríamos un taxi.

-No, cómo crees, yo lo llevo-, se apresuró a decir Dante.

-Pero te voy a hacer dar una súper vuelta ‘brother’, Vale vive como a 5 min. de tu casa y luego de regreso a la mía.

A Dante y a mí se nos iluminaron los ojos.

-Pues entonces porque no le hacemos al revés, te pasamos a dejar a ti y yo paso a dejar a Valeria, ya es medio tarde para andar dando vueltas.

-¿Te late nena? Es que sí ya es tarde para que vayamos y regresemos, y luego Dante regrese otra vez.

-Sí, claro no te preocupes, ya te ves cansado también-, le dije a Iván dándole un beso.

Tal cual el plan, pasamos a dejar a Iván a su casa que estaba muy cerca del bar, me bajé del auto para despedirme ‘como siempre’ y pasarme al lugar del copiloto. Lo vimos entrar a su casa y Dante arrancó sin prisas, dio vuelta en la siguiente esquina y detuvo el coche sin apagarlo. En silencio nos miramos y sonreímos nerviosamente.

-Ven-, con una de sus manos me acercaba hacía él tomándome ligeramente del cuello.

En cuanto nuestros labios se encontraron, sentí que el fuego en mi interior se hacía inmenso, nunca había besado a alguien con tanto deseo. Con mis labios y mi lengua quería decirle que me desnudara ahí mismo, que deseaba sentir su piel sobre la mía, rozándola, reconociéndola, dejándole marcas.

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Había demasiada luz en la calle.

-Vámonos de aquí- le dije casi rogándole.

Condujo hacía mi casa, en el trayecto nos tocábamos y besábamos con toda la lujuria que éramos capaces. Tras unos 15 minutos de haber dejado a Iván, me envió un mensaje al celular pidiéndome que le llamara en cuanto llegara a mi casa, se lo leí a Dante.

En 10 minutos más, estábamos frente a mi casa. Apagó el coche y me dijo:

-Estoy calientísimo, me encantas ¿qué hacemos?

-No tenemos mucho tiempo, siempre le llamo a Iván desde mi casa…-, no podíamos parar de besarnos.

-Ya sé, arranca de nuevo y date vuelta en la esquina-, lo llevé frente a un parque escasamente iluminado. Nos detuvimos de lado de las casas, frente a una barda.

-Tenemos como 10 minutos-, le dije.

Nos pasamos al asiento trasero, sin perder el tiempo el se bajó los pantalones, yo me quité los jeans y me puse en cima de él. Su pene lucía exquisito y duro, el único deseo que tenía en ese momento era tenerlo dentro de mí, estaba ya tan lubricada que inmediatamente nuestros cuerpo se acoplaron a estar juntos. Dante se había encargado de dejar al descubierto mis senos para saborearlos también.

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-¿Te gusta? ¿Lo quieres más adentro?-me preguntó en un tono tan cachondo que comencé a sentir que el clímax estaba muy cerca.

Sentir como su pene resbalaba tan cadenciosamente entre mis piernas me enloquecía.

-Ya estoy lista…- apenas podía articular las palabras.

-Yo también… ¿lo hacemos juntos?

-Sí, házmelo muy rico…

El balanceo de nuestro cuerpo era frenético, tan absortos estábamos en el placer que sentíamos que gemíamos entrecortadamente, nunca estuve tan mojada como con Dante entre mis piernas.

Comenzó a timbrar mi celular. Un mensaje de Iván.

“¿Todavía no llegan?”

Dante y yo nos apresuramos a ponernos a ropa. En cuanto pude le respondí el mensaje a Iván: “Voy entrando a mi casa, me lavo la cara y en 5 min. te marco”.

En ese lapso, Dante me llevó a mi casa, intercambiamos teléfonos y nos besamos nuevamente.

-¿De qué se va a tratar?-, pregunté justo antes de bajarme del auto.

-De lo que tú quieras… una noche o dos… o muchas.

-Lo pensaré entonces-, me bajé del auto y corrí a mi habitación a marcarle a mi novio.

 

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De madrugada

Hace muchos años que Pablo y yo nos conocemos. Siempre me pareció un gran tipo, lo conocí súper chavito, creo que iba en secundaria ja… es el hermano menor de mi mejor amigo. Con el paso de los años se fue haciendo más “interesante”, Pepe, su hermano, alguna vez me dijo que yo era su amor platónico.

A Pepe y a mí nos une la música, aunque tengamos parejas u otros amigos es común que vayamos a conciertos juntos. Un día organizamos ir en grupo, sin embargo, terminaron yendo varias parejas (incluyendo la de Pepe e Isabel), Pablo y yo.

En los momentos románticos del recital Pablo y yo fingíamos demencia ante las demostraciones de amor de las otras tres parejas… unas veces sonreíamos resignados y en otras brindábamos. Sin embargo, llegué a notar que me observaba con insistencia y si llegábamos a estar juntos se ponía un tanto nervioso; lo cual me divertía un poco, me sentía dueña de la situación. Así que maliciosamente “por accidente” lo tocaba, lo miraba a los ojos cantando letras que insinuaran “algo” y hasta llegué a abrazarlo “fraternalmente” para preguntarle “¿y cómo has estado?”.

Al final del concierto, acordamos ir a cenar, como sería la única que se iría sola en su auto, Pepe le pidió a Pablo que se fuera conmigo, algo contrariado el chico aceptó.

Soy experta fingiendo que no pasa nada, así que con toda la naturalidad del mundo trate a Pablo de camino a la cena. Él hacía el esfuerzo de mantenerse calmado pero por momentos perdía el control: tartamudeaba, hablaba muy rápido o mucho… Despertó mi lado tierno el verlo tan nervioso.

Con el paso de la cena las parejas acordaron irse cada quien por su lado y nuevamente Pablo y yo quedábamos a la deriva, así que le ofrecí llevarlo a su casa, ya que me quedaba de paso a la mía. Aceptó. Todos tomaron su camino y nosotros nos quedamos en el café-bar donde habíamos parado a cenar un largo rato. Cuando nos dimos cuenta ya eran las 4 am.

De camino a su casa ya iba más relajado, de pronto creía que la magia se había esfumado, recuerdo que pensé “me hubiera gustado tener acción”. Llegamos a su casa, me estacioné enfrente, se acercó a despedirse y cuando creía que todo había terminado por esa noche, Pablo me beso en los labios.

Fue un beso impresionantemente bueno, no tenía arrebato ni prisa, al contrario, nos tomamos el tiempo de pasar de la sorpresa a la comodidad. Ambos lo disfrutamos y fuimos acomodándonos hasta encontrar la postura más cómoda para besarnos durante un buen rato. De pronto dejé de verlo como el chavito inexperto y lo vi más como un hombre que me gustaba. Descubrí que hacía mucho me gustaba, me encantó sentir sus manos sobre mi rostro mientras me besaba, alrededor de mi cintura tratando de abrazarme, de entrelazarlas con las mías o buscando con tiento –casi con timidez- el contorno de mis senos.

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-Tenía muchas ganas de besarte-, dijo por fin.

-Yo no lo sabía, pero creo que yo también-, le respondí, mientras me acercaba a darle un beso más en los labios.

-¿Por qué no te pasas un rato a mi casa o te quedas?

-Ya es muy tarde. Vi el reloj, eran las 4:35 am.

-Por eso, te ves cansada, quédate un rato y ya luego te vas.

Varias imágenes pasaron por mi mente, hice cuentas mentales, a favor ponía el hecho de que en verdad Pablo comenzaba a gustarme, pero por el otro lado cabía la posibilidad de que Pepe llegara en cualquier momento (¿qué hacía yo todavía ahí?), de que sus papás me descubrieran llegando o saliendo ¿¡con Pablo!?, además sabía que las habitaciones en la misma zona de la casa, en fin, en cuestión de segundos obtuve muchas razones para negarme a la tentadora oferta de Pablo.  

-Me encantaría, pero no creo que sea buena idea. De verdad me encantaría-, quise dejarle en claro que no era un rechazo absoluto sino dado por la situación.

-Quiero estar contigo hoy.

-Yo también Pablo, pero ¿qué hacemos? ¿Aquí?

Ambos nos quedamos sorprendidos por la proposición, yo lo había dicho más en plan retórico o como broma pero enseguida me di cuenta que no le desagradó la idea y se la tomó bastante enserio. Así que le pedí:

-Pero movámonos de aquí Pepe va a llegar en cualquier momento… ¡estamos enfrente de tu casa!

Le divirtió que los papeles se invirtieran ahora era yo la nerviosa y él quien mantenía el control.

-¿Qué tiene?-, dijo sonriendo burlonamente-, avanza dos cuadras y date vuelta a la izquierda.

Nos quedamos enfrente de una barda muy larga. Por un momento nos quedamos en silencio sin movernos, ninguno sabía por dónde comenzar.

-Pásate atrás-, dijo con absoluta seguridad. Me gustaba ver a Pablo llevando el control. Me pasé al asiento trasero de inmediato.

Llevaba falda, así que bastó con él se sacara un poco los jeans para que comenzáramos a tener sexo, me puso encima de él, hizo a un lado la parte baja de mi bikini, sentir sus dedos rozando mi vulva provocó que un calor delicioso me recorriera mi piel.

Al igual que con el primer beso, me penetró lentamente, sentí que cada parte de mi cuerpo reaccionó ante el encuentro del suyo. En cuestión de segundos mis pechos se hincharon, mi corazón latía arrebatadamente, mi respiración se agitó, estaba tremendamente húmeda y deseosa de sentirlo tan dentro de mí como fuera posible.

Aunque en los primeros momentos estaba alerta por sí alguien se acercaba al coche, enseguida dejó de importarme, solamente Pablo y yo existíamos en ese momento.

Conforme pasaron unos minutos comencé a darme cuenta que los vidrios del coche se empañaban, la luz de una casa a la mitad de la calle se encendió, un coche pasó… me di cuenta que aun estaba nerviosa pero eso le daba encanto a lo que pasaba.

Ahora yo arriba-, pidió Pablo.

Sin pensarlo mucho me tendí sobre el asiento, me quite el bikini y abrí las piernas para recibirlo.

Sus embestidas se hicieron más fuertes, nuestros gemidos también se hicieron más sonoros, el coche se movía.

Así, así… me lo estás haciendo delicioso-, le dije.

Cambio el ritmo y comenzó a penetrarme más lentamente, sacando casi por completo su pene de mi vagina, y enseguida lo empujaba hasta el fondo. Era exquisito sentirlo resbalando dentro de mí. Pensé que si paraba sería capaz de rogarle porque siguiera. Tal vez me adivinó el pensamiento.

Podría hacer esto hasta que amanezca-.

Yo también-, le respondí.

Pablo inclinó su cuerpo sobre mí para besarme. Aumentó el ritmo de las penetraciones y dijo:

¿Me puedo venir dentro de ti?

Sí.

Me encantó tanto la idea que en ese mismo instante empecé a tener uno de los mejores orgasmo de mi vida, me desconecté del lugar donde estaba y sólo me dediqué a sentir de tal forma que cuando me percaté le gritaba a Pablo por más.

En cuanto la excitación iba aminorando me daba cuenta que comenzaba a amanecer, poco a poco nos incorporamos, un par de personas pasaron cerca del auto y observaron tratando de ver si había alguien tras los vidrios opacados. Estábamos demasiado felices para que nos importara si nos veían.

Apenas como un murmullo León Larregui cantaba “…siempre que me acerco al fuego, se me escurre el diablo”, a ambos nos quedó la frase…

En lo posible nos acomodamos la ropa y el cabello, arranqué de nuevo y lo dejé frente a su casa, no nos hicimos promesas de llamarnos o hablar más tarde, sólo nos despedimos con nuevo beso y un “nos vemos”.

Conduje casi dormida hasta mi casa, apenas puse la cabeza en la almohada llegó un mensaje a mi celular, era de Pablo.

Te invito al cine en la tarde.

Le respondí y me quedé profundamente dormida.

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