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Sexo con mi amigo por ¿casualidad?

Sexo con mi amigo por ¿casualidad?

"Estaba sobre de mí, me sujetaba fuertemente de su espalda, jalaba su cabello y gemía, gemía al ritmo de sus movimientos"

25/07/2019 | Autor: Rincón Erótico
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Y así fue, cuando al despedirnos vi claramente la imagen; él se dirigía a su recámara, cerraba la puerta y en la parte de atrás, tal como lo haría un preso, estaba marcando una raya más con una navaja, esa raya era yo.

Una más dentro del centenar de mujeres que había colocado boca abajo, una de las que le había jalado el cabello y acomodado en la orilla de su cama. Fui una más a quien le ordeno “¡chúpamela!”. Me sentí cero especial, pero satisfecha en mi totalidad.

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No sé cómo describir la relación, pero eso sí, nació así nada más; nos conocimos y comenzamos a llevarnos súper bien, sin ningún interés de por medio o alguna intensión mal pensada; no, todo fue bastante natural, podría incluso decir que lo quiero mucho como amigo, puedo confiar en él y me gusta platicar de todo y nada al mismo tiempo.

Lo conozco quizá poco, pero lo necesario. Es un libro abierto, cero pretencioso o fake; es más neta que la verdad en sí y más transparente que el agua de manantial. A pesar de eso, no deja de ser hombre. Un hombre soltero que va acercándose a los 30, que su intensión es divertirse y satisfacer cualquiera de sus necesidades; suena común y sí, lo es. A excepción de que, gusta de hacer lo que quiere, cuando quiere y con quien se le pega la gana. Un gran plus para dejar de ser común.

Por azares de destino o una estrategia bien planeada ¡es algo que no quiero analizar!, quedamos de ir a cenar, a diferencia de otras veces que me había dejado más plantada que novia de pueblo, esta vez parecía sonar muy serio el plan.

Quedamos de vernos en equis lugar, a equis hora y él llegaría por mí para después ir a su casa, ¿casualidad? ¡no lo creo!

Total, llegué a donde dijimos, me di un roll por el lugar y le avisé que ya estaba ahí, “Voy por ti”, leí en el mensaje. Me senté y a los cinco minutos iba entrando al lugar, aunque nunca me pareció el más guapo del universo, su personalidad es muy atractiva y eso, por no hablar de su gran espalda, brazos y estatura, es de esos que dices “sí me lo daba”.

Caminando hacía su casa hablábamos de su y mi trabajo, ya saben, nada relevante, sólo una sinópsis de lo que había sido nuestra vida laboral en los últimos meses. Seguimos hablando de cosas irrelevantes, mientras esperábamos a unos amigos suyos en su habitación con sólo la tele encendida y una lampara, ¿casualidad?

Al poco rato, se sienta más cerca de mi, ya a una distancia que me podía enchinar la piel, pero no hice nada, me quedé quietecita, así como a la expectativa, porque, he de ser honesta, nada de lo que viene a continuación lo imagine, juro que yo iba a cenar, sólo eso.

“¡Yo iba a cenaaaaaar!” le repetí una y otra vez a mi amiga, quien sólo me decía “aja, aja”. “Bueno, que eso no significa que me esté quejando”, cerré con eso la conversación.

Total que sin esperarlo, voltee hacia mi derecha y ahí estaban sus labios, a centímetros de los míos, lo vi cerrar los ojos y acercarse leeentaaaameeente... Hice mi parte, me acerqué, cerré los ojos y comenzamos a besarnos, al mismo tiempo que nos dejábamos caer sobre la cama, dije su nombre una vez y seguimos.

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Él es bastante grande, comparado conmigo, en realidad cualquiera que pase el 1.70m lo es, pero él pasa incluso el 1.80, así que cuando digo que es grande, es porque lo es. Y no, no piensen mal, en verdad hablo de su estatura. De lo demás les cuento acá abajo.

Mientras acariciaba y apretaba mis nalgas, me sostenía de sus brazos y su cuello, nos besábamos apasionadamente, entre desesperados y cachondos; sentí sus manos rodear mi cintura, subir poco a poco hasta que llegó a mi pecho, apenas  permaneció ahí unos segundos, sus manos eran cálidas, aún recuerdo lo lento con lo que me tocaba.

Seguimos besándonos, bajo su mano y la puso en mi entrepierna, acariciaba mi vagina por encima del pantalón, de pronto, en un sólo movimiento comenzó desabrocharlo, en segundo sentí sus manos sobre mis labios ya húmedos, preparados para lo que fuera.

Trataba de concentrarme o más bien, perder la razón; pero por un instante me pareció extraño, pensé en la amistad que tenemos, después me dije, “No es nuevo en esto, no pasa nada”, y me solté el cabello, ¡literal!

Desabroché su pantalón, intenté bajárselo pero como me costó trabajo, me ayudó. Se paró y me quitó los pantalones. Mi ropa interior era ñoñísima, me tranquilicé cuando más tarde me dijo que no había puesto atención, “Claro, es hombre”, pensé.

Me dejé la blusa puesta, se puso sobre de mi y acariciaba mis nalgas, introducía sus dedos, yo trataba de contener mis sonidos, pero, una vez más me fue ¡imposible! Había alguien en a sala y aunque regularmente no me importa sentí un poco de pena, a cuál se me quitó a los pocos segundos, fue justo cuando acercó su pene hacia mi vagina y lo introdujo, suave, despacio. El aroma en su cuello era riquísimo, sus movimientos perfectos y yo, me dejaba llevar. 

Estaba sobre de mí, me sujetaba fuertemente de su espalda, jalaba su cabello y gemía, gemía al ritmo de sus movimientos, era como la música de fondo, mientras la luz de su lámpara ambientaba el lugar. La ropa estaba por todos lados, pero la temperatura justo al centro, dónde debía permanecer. Se levantó  me acercó a la orilla de la cama, conozco perfecto ese movimiento, así que, me puse en cuatro, como lo quería, recargué mi frente sobre las sábanas y me sujetaba con fuerza de la almohada; él me penetraba, sentía sus manos recorrer mis caderas, se sujetaba con fuerza. Mi respiración era cada vez más agitada, mi temperatura aumentaba con cada movimiento y mi satisfacción, crecía desmesuradamente, sin vergüenza.

De pronto escuché “¡Chúpamela!”, lo miré a los ojos, sonreí e hice lo que me dijo, la puse entre mis labios y con la lengua la recorría centímetro a centímetro, succionaba, chupaba y acariciaba. Me tomo de la cintura y en un movimiento, en el que casi ni fuerza pareciera que hizo me acomodó sobre la cama, abrió mis piernas y poco a poco se acercó, hasta que me penetro por competo; lo abrace con mis piernas y no solté sus nalgas por nada, quería que siguiera, que no bajara el ritmo, que se quedara ahí, dentro de mí.

Estuvimos así unos segundos más, cuando un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, aguanté la respiración y ¡ahí estaba! Tuve el primer orgasmo del mes, con él, con un amigo, en su recámara, mientras alguien nos esperaba afuera, mientras yo sonreía.

No pasó mucho tiempo cuando él terminó, y ¿por qué no? lo hizo sobre mi, sentí el semen cálido sobre mi piel, me quedé inmóvil, nos besamos y se levantó a limpiarme, como si nada hubiera pasado salí a la sala, para conocer aquel que había disfrutado de mi concierto; espero al menos se hubiera tocado, digo, para que valiera más la pena, ¿no?

La verdad es que moría de hambre, así que pedimos comida, nos pusimos a ver una película; era inevitable soltar una sonrisa, entre tímida y traviesa, cada que nos veíamos a los ojos. Después de quedarnos dormidos un rato, la tercera persona se fue, así que nos pusimos más cómodos; sí, eso significa que, obviamente, nos quitamos la ropa y volvimos a desfogar pasión sin medida en la sala de su casa, el segundo el mes. Nada mal, quizá sea un buen augurio, espero de verdad que lo sea.

Fue más complicado de lo que pensé, mis piernas hacían todo el esfuerzo, pues yo estaba sobre de él, fui yo quien hizo lo que quiso, al ritmo que se me pegó la gana. Mis caderas iban de un lado a otro, mi cabello caía sobre mi espalda y sus manos sujetaban mi cintura con fuerza. Trataba de no hacer ruido, pero honestamente, me di por vencida a los pocos minutos, total, ¿ya qué más importaba?

Sus pantalones estaban el el suelo, su playera delineaba perfectamente su pecho, sus brazos, su abdomen; sus ojos cerrados evidenciaban el momento, la sensación y la lujuria; sus manos, suaves, grandes y calientes recorrían mi cuerpo, presionaban mis pezones y apretaban mis bubies y me ordenaban pegarme a su pecho.

Su piel era suave, sentí el vapor salir de sus poros, mientras trataba se sujetarme de su pecho y no romper el ritmo. Me senté frente a él, coloqué mis piernas sobre el sillón y me movía rápidamente, la cosquilla recorría todo mi cuerpo, pasaba por mis piernas, mi vagina, mi abdomen, mi pecho; todo, de momento vi todo el blanco, no dejé de moverme y volví a cumplir la misión de cualquier momento sexual, llegar al orgasmo, segundos después, terminó él.

Soltó un suspiro, me acerqué a besarlo, y me recosté. Nadie se imagina lo bien que me sentí esos segundos. Nadie.

En la tele pasaban los créditos de la película, el humo del cigarro pasada frente a mi cara, me puse de pie y le dije que me tenía que ir, nos fuimos.

Más tarde recordé que se me había olvidado darle lo que traía para él en mi bolsa, ¿casualidad? ¡NO LO CREO!

 

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