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Scort por una noche

Scort por una noche

La sensualidad de su locion combinada con sus elegantes movimientos, me hizo besarlo.

21/02/2019 | Autor: Anónimo
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Todo empezó con una invitación a comer con ‘sus amigos’. Estuve un rato con ellos y luego me fui temprano de ahí porque tenía otro compromiso, pero la situación en general había sido normal. Sin embargo, mi amiga me dijo unos días después que uno de
ellos quedó encantado conmigo.
Me negué a salir con él ya que, a pesar de ser muy educado, era mayor para mí. Ella me aseguró que él no quería ‘salir’ conmigo y me confesó por fin a lo que se dedicaba. Muy apenada me dijo que la invitación a comer había sido un error, pues en realidad era para otra de las chicas que trabajaba con ella, cuyo nombre es igual al mío.
Decidí ignorar lo sucedido pero la idea me daba vueltas en la cabeza, ¿cómo funciona?, ¿cuánto ganan?, y sobre todo: ¿qué se siente? Creo que este tipo de ‘aventuras’ es para mujeres que les late la idea de dominación: ejercerla o vivirla. Tuve mis 5 segundos de #YOLO y, decidida a probar, le escribí: “acepto”.

La verdad es que en ese punto no me importaba el dinero, lo único que quería era vivir la experiencia. Arreglamos el precio entre las 2, pero supongo que a él le cobró un poco más por su comisión. Acordamos la hora y el lugar, obviamente pedí un hotel de lujo pues no quería correr tantos riesgos. Se trataba de un hombre maduro, elegante, su traje era impecable y olía muy rico; cuando abrió la puerta de la habitación su semblante era de tanta confianza que de inmediato quise aventarme a sus brazos, pero me contuve. Me saludó respetuoso, pasamos a la habitación y nos sentamos en el sofá; no comenzó como esperaba, fue más al estilo de la película Pretty Woman.

Conversamos por un par de minutos cuando me preguntó si tenía hambre, entonces cenamos a la carta y pedimos una botella de vino mientras platicábamos. Era un hombre muy interesante, con un alto cargo en una empresa de construcción,
divorciado y sin hijos. La conversación giró en torno a todo, pero de nuestra vida personal sólo hablamos ‘por encimita’. La sensualidad de su loción, combinado con sus elegantes movimientos y la situación en general me hizo besarlo, ¡estábamos
muy cerca! ¿Qué más podía hacer si eso es lo que ambos queríamos? Su mano se colocó en mi cintura y fue bajando poco a poco hasta llegar a mi trasero, lo tomó con mucha firmeza mientras me miraba directamente a los ojos. Me puse de pie mientras él me veía desde su asiento. Bajé ambos tirantes de mi vestido y dejé que cayera mostrando mi cuerpo cubierto sólo por la diminuta ropa interior que llevaba puesta. Después de tomarme nuevamente por la cintura y atraerme hacia él, comenzó a besar mi abdomen subiendo, hasta ponerse de pie y llegar a mi boca, donde me besó apasionadamente. Comencé a desnudarlo poco a poco, disfrutando de su mirada altanera sobre mí; dejando que me dijera con la vista lo que necesitaba que le hiciera, simplemente me dejé llevar por el deseo. 

Le quité la camisa y desabroché su pantalón, besando su sexo e introduciéndolo a mi boca mientras lo miraba fijamente a los ojos, lo vi cerrar los suyos; comenzó a recogerme el cabello con sus manos hasta formar una cola de caballo para poder ver bien mi rostro mientras le practicaba sexo oral.
Al poco rato levantó mi mentón, me paré y me dirigió de la mano a su cama. Me aventó sobre ella y fue ahí cuando supe que me tomaría a su antojo. Retiró mi ropa interior, colocó mis pies sobre el colchón e introdujo su lengua en mí, después hizo lo propio con mi clítoris a un ritmo en el que creí que llegaría al orgasmo; él lo sabía, así que se detuvo y me susurró al oído: “no te pago para que te vengas”, mientras me enloquecía con sus dedos.

Tenía un condón en la mesita de noche, lo sacó delante de mi mirada atónita, era la primera vez que un hombre tomaba la iniciativa de usar protección sin que yo lo sugiriera. “No uses los dientes”, me dijo colocándolo dentro de mi boca; no sé cómo no lo rompí, solo sé que llegó intacto a la base de su pene. Me dio un beso en la frente, lo que me indicó que lo había hecho bien.
Entonces comenzó con un ritmo lento, casi podía jurar que era inexperto, pero después su cadera hizo un movimiento brusco para hacer una penetración profunda, dejándome sin aliento por unas milésimas de segundo, haciéndolo una y otra vez sujetando mis manos sobre mi cabeza sin permitirme moverlas.

Después mantuvo un ritmo rápido y usó sólo una mano para sostener las mías, mientras que con la otra estimulaba mi clítoris... ¡le excitaba mucho verme gemir de placer! Sacó su miembro de mi cuerpo y me pidió que me volteara, estaba tan excitada que si me lo hubiera pedido, me hubiera venido sólo con la orden. Me puse en cuatro abriendo las piernas y después de penetrarme me dio una nalgada, por poco y termino en ese instante…Siguió por un largo rato, o eso me pareció, en algunas ocasiones sentía sus manos presionar mi trasero, en otras se inclinaba para pellizcar ligeramente mis pezones, mientras besaba mi cuello. Bajé una de mis manos hasta llegar a sus testículos y comencé a masajearlos: empezó a disfrutar tanto que casi pierde el control sobre mí, así que decidió hacerme otra propuesta:

- “Te pago el doble si me dejas”, me dijo jadeante, casi sin aire.

- “Sí te dejo, ¿qué?”, conocía la respuesta pero quería escucharla.

- “Penetrarte por detrás”.

- “Hazlo”, apenas pude gesticular.

Se alejó de la cama y sacó un lubricante de una maleta. Puso mis manos en mi espalda, por lo que mi cara quedó sobre la cama, y con su mano libre colocó el lubricante en mi ano para poder estimularlo. La sensación de calor y frío me gustó y me relajó al mismo tiempo. Poco a poco, introdujo uno de sus dedos, no paraba de decirme que me relajara y eso hice, finalmente él era mi jefe y decidí que me iba a dejar llevar por el momento. Unos minutos más tarde bañó su pene con el lubricante y lo introdujo en mí, lento y firme. Sus movimientos eran gentiles, guiando mi cadera con sus manos, y rozando de vez en cuando mi espalda para que siguiera relajada. “Eres una buena chica”, me dijo con un hilo de voz y lo percibí a punto de llegar al clímax.
Unos segundos más tarde salió de mí antes de que pudiera terminar y se despojó del condón. Estaba dispuesta a voltearme pero no me dejó y se vino en mi espalda desnuda. Por un instante pensé que yo no llegaría al orgasmo, pero al sentir el fluido tibio que escurría por los costados de mi cintura, literalmente me escurrí con él. Después de que se acostara a mi lado, ambos empapados de sudor, me levanté a limpiarme y vestirme.

Me pidió que me quedara, pero me negué… no era parte del trato. Me dio un sobre, tenía el doble de lo acordado, me gustó saber que estaba seguro que aceptaría su propuesta. Nunca le pregunté si sabía que era mi primera vez, lo único que sé es que no nos volvimos a ver. 

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