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Pasión 'verdeamarela'

Pasión 'verdeamarela'

"Le levantó la falda e hizo a un lado la panty para encajarle su pene hasta el fondo"

20/06/2019 | Autor: Rincón Erótico
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A Araceli le parecía un sueño estar en la sala de abordar del aeropuerto con una pequeña maleta, sola rumbo a Río de Janeiro.

Antropóloga Social había conseguido una beca para hacer un documental sobre las favelas en aquella ciudad, sus padres le habían financiado el viaje como parte de su regalo de cumpleaños. El corazón le latía de emoción.

Recordaba las palabras de su madre recomendándole ir a ver el Cristo de Corcovado y a su padre al Maracaná, su amiga Laura le había pedido echarse al negro más rico de Río.

-Recuerda ‘fren’: Once you go black, you never come back, le había dicho la noche anterior al despedirse. Le vino a la cabeza la frase de su amiga cuando vio pasar frente a ella a un atractivo mulato, alto, varonil, atlético con unos hermosos ojos verdes, cabello castaño ensortijado. De espaldas pese a la chamarra que llevaba puesta se adivinaba una espalda fuerte, unos hombros musculosos y unos brazos bien torneados. Pensó que sus piernas y sus nalgas serían seguramente como un par de columnas de hierro.

Llegó la hora de abordar el avión, se dirigió a la fila, mostró sus documentos y enfiló al túnel que la conduciría al viaje de sus sueños. La emoción la hacía dar pasos largos, casi corría, le urgía ponerse en camino.

Se instaló en su asiento del lado de la ventana, quería ver cómo se iba alejando de la ciudad, se entretuvo viendo los alrededores, el movimiento del aeropuerto y en segundos se imaginó historias de encuentros y desencuentros que la distrajeron un buen rato. Al percatarse que casi todo el avión estaba en calma, le llamó la atención que los asientos contiguos estaban vacíos, rezó porque así permanecieran puesto que 9 horas de vuelo a Sao Paulo seguramente le haría falta estirarse un poco.

Las azafatas comenzaron a revisar que todo estuviera en orden. Para sus adentros casi cantó victoria con el asunto de los asientos. Sin embargo, observó que un chico caminaba apurado en esa dirección, era el mulato de la sala de espera. Efectivamente, esquivando a una de las aeromozas colocó una pequeña mochila en el maletero y tomó el asiento del extremo, se acomodó y le sonrió cálidamente a Araceli.

 

Pasaron unos minutos más para que por fin despegará su avión, mientras tanto el chico por momentos checaba su reloj y vigilaba la entrada ansiosamente, Araceli lo espiaba de reojo tratando de imaginar si el asiento vacío sería de alguien a quien él conocía, y si era así quién sería ¿su novia? 

Tras el speech de abrocharse los cinturones y apagar los aparatos eléctricos, Araceli y el chico siguieron las instrucciones al pie de la letra. Sus miradas se cruzaron y tratando de averiguar si el asiento vacío tenía que ver su compañero de vuelo, le dijo:

-Pues creo que nos tocará viajar con suficiente espacio.

-Sí, era el asiento de un amigo pero al parecer ha decidido quedarse, anoche todavía lo estaba pensando-, le había contestado con un acento tan melódico y sexy que Araceli no pudo evitar clavar su mirada en sus labios carnosos y rosados que de inmediato se le antojaron probar.

Ambos en silencio y sólo dirigiéndose fugaces sonrisas y miradas momentáneas, intentaron matar el tiempo leyendo, hojeando las revistas de la aerolínea, escuchando por largos ratos música observando sin realmente fijar su mirada en ningún lugar, dormitando a ratos. 

Luego de un buen tiempo el chico se acercó a Araceli ofreciéndole la mano:

-Soy Cael, llevamos casi 5 horas en el avión y no nos presentamos-, de nueva cuenta su acento tan seductor y musical atraparon la atención de la chica.

-Sí, caray, ya nos hubiéramos contado la vida, me llamo Araceli-, respondió tratando de disimular el nerviosismo que de inmediato le provocó sentir la mano del guapo mulato.

A grandes rasgos ella le contó sobre el motivo de su viaje y lo emocionada que estaba por realizarlo.

Cael trabajaba en una empresa de petroquímicos y su compañía lo había enviado a unas negociaciones con directivos de una empresa del ramo en México. Además, aprovechó para tomarse una vacaciones y recorrer varios sitios, muchos de ellos Araceli los conocía muy bien, así que la platica se volvió bastante amena. Le contó que su amigo había venido a conocer a una chica mexicana que conoció por Internet y finalmente –era muy probable- se quedaría una buena temporada. Era de Río, pero aprovecharía para quedarse en Sao Paulo – la ciudad donde aterrizarían- unos días visitando a unos familiares, antes de llegar a su casa a disfrutar del Carnaval.

-Te encantara, ojalá nos podamos encontrar por allá, te puedo llevar a muchos buenos lugares. Estoy muy cerca de Copacabana, la playa donde está tu hotel, es esplendorosa, ya verás-, le había dicho entusiasmado.

Animado por la plática Cael se recorrió al asiento vacío, por ratos Araceli perdía el hilo de lo que el chico le contaba embelesada por cómo pronunciaba las palabras, por sus enormes manos morenas y por las fantasías sexuales que se imaginaba con él. Su excitación comenzó a aumentar, muchos pasajeros dormían, pocos eran los que comentaban algo. En un intento de bajarse la calentura se fue al baño, estuvo a punto de masturbarse porque en verdad el chico la prendía. Se mojó la cara y se justificó diciendo que estaba muy cansada, se hizo la promesa de regresar a su asiento y decirle a Cael que dormiría un rato.

Decidida abrió la puerta del baño ya ahí estaba Cael, la sorpresa la dejó paralizada unos segundos, él fue quien la empujó de nuevo adentro y sin más comenzó a besarla apasionadamente. Sus manos la recorrían con apetito, hurgando debajo de su blusa con una mano y con la otra en medio de sus piernas. Su miembro se sentía firme y enorme. Tras la sorpresa inicial, Araceli también comenzó a tocarlo, su cuerpo era una roca, sus nalgas prominentes y duras la invitaban a empujarlo más hacia ella. Quería deshacerse de toda la ropa ahí mismo. Sin embargo, así como llegó, él se detuvo y salió.

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De nuevo la chica se mojó la cara y trato de acomodarse el cabello y la ropa, buscando que aparentar normalidad al dirigirse a su asiento. Llego hasta él y Cael se entretenía como sin nada con su Ipod, le cedió el paso para que pudiera acomodarse y en cuanto se sentó, le cubrió las piernas con la manta de viaje, le ofreció sus audífonos y le dijo con una gran sonrisa de coquetería: “un regalo de bienvenida”. 

En cuanto Araceli se puso los audífonos comenzó una canción de bossa nova, Cael subió el volumen y se acomodó muy cerca de ella, mojó entre sus labios uno de sus dedos y debajo de la manta buscó el sexo de Araceli. La humedad entre las piernas de ella y el suave tacto de él hicieron que en poco tiempo tuviera un orgasmo delicioso, acompañado de ese suave ritmo de la música. De haber podido se le hubiera montado ahí mismo para hundir su sexo –que imaginaba enorme y potente- hasta el fondo del suyo.

Con discreción volvieron a sus asientos preparándose para aterrizar en Sao Paulo.

Ella le dejó los datos de donde se hospedaría, él prometió buscarla para llevarla a ver el desfile del Carnaval.

De Sao Paulo, Araceli tomó casi enseguida otro vuelo para Río de Janeiro, la recibió Maira, una colega con quien ya había tenido contacto por e-mail y teléfono, y quien la ayudaría con buena parte de su estancia en Brasil. 

Los primeros días entre los preparativos y la exaltación de la ciudad por el Carnaval, Araceli apenas tuvo tiempo de pensar en Cael. Maira no paraba de darle opciones de filmación, presentarle gente, invitarla a lugares y sugerirle otros tantos.

Desde el hotel donde se hospedó podía verse gran parte de Copacabana, tal como la había descrito Cael, una playa increíble. Algunos días lo primero que hacía era recorrer el sendero de piedras blancas y azules perfectamente colocadas para simular unas rítmicas olas, a lo largo de la playa. Al fondo el vaivén del mar le recordaba los cálidos movimientos de las manos del chico del avión, se preguntaba si volvería a verlo.

Un día antes de la Noche del Carnaval, Maira la llevó a conocer una escuela de samba de la que era parte uno de sus primos: Fabio, un chico lleno de energía y que se movía sugerentemente frente a Araceli, mostrándole sus habilidades corporales. Era alegre y sumamente sociable, de la mano la llevó en medio de un grupo de gente que entre tambores y aplausos ensayaban sus mejores pasos, se probaban sus exóticos atuendos, hablaban animosamente y se despedían de su timidez con algunos tragos de cachaza, la bebida nacional.

-Creo que llegué un poco tarde a las clases de samba-, se apuró a decirle Araceli a Fabio, luego de que él se le plantó enfrente moviéndose todavía con más sensualidad.

-Nada de eso, hoy puedes aprender mucho, sólo sigue a tu cuerpo-, y tomándola de las caderas por detrás la invitó a seguir el ritmo de la batucada. Maira desde un segundo plano los observaba divertida mientras ella misma se iba integrando a otro grupo de danzantes que la saludaban e invitaban a unirse a la fiesta.

Tras un rato de cachondeo con Fabio, Maira y Araceli decidieron irse pero prometieron estar en primera fila para verlos desfilar. 

Al día siguiente Río era un mar de gente, el Sambódromo estaba lleno de trajes exuberantes y de hombres y mujeres calientes que se movían sin cesar. A Araceli le parecía un ambiente erótico de los pies a la cabeza. De pronto pensó que esa noche todo mundo debía tener sexo.

Acompañada de Maira fueron recorriendo calles, saludando gente y bebiendo cachaza, por fin quedaron en el lugar ideal para ver desfilar a Fabio, ya era media tarde; ambas estaban eufóricas, por eso, en cuanto la escuela de Fabio iba pasando frente a ellas Araceli no despreció la invitación de una de las chicas para bailar con ella. Al principio trató de imitarla sin embargo, luego más bien acomodó sus pasos para hacer un dúo sensual. Le gustaba el juego. La chica se le pegaba al cuerpo y la tomaba de las manos para que la extranjera recorriera su diminuto traje de reina y la piel que quedaba al descubierto. Araceli se enardeció sintiendo esa piel tibia y mojada por el sudor, pensó que la cachaza estaba surtiendo efecto. Tras unos minutos más de baile fogozo, buscó a Maira con la mirada, no alcanzó a encontrarla porque Fabio llegó a ella y tras pegarse a su cuerpo con ardor, la besó y la tomó de la mano, sacándola de la avenida. 

Araceli no puso resistencia. Se dejó conducir hasta una calle estrecha, en realidad muy cerca del desfile, a la entrada de una favela. Los tambores retumbaban casi al doblar la esquina. Fabio comenzó a tocarla y a besarla con desesperación...

-Esta calentura la he traído todo el día-, le dijo.

Decididamente, le levantó el top para dejar al descubierto sus senos que ya estaban hinchados de deseo, se los succionó con avidez y enseguida la volteó para pegarla contra la pared. Así por detrás le levantó la falda e hizo a un lado la panty para encajarle su pene hasta el fondo. Araceli trató de ahogar su grito de éxtasis. Se sentía sometida pegada de esa forma a la pared pero le gustaba que ese hombre poderoso y viril estuviera poseyéndola ahí casi a la vista de todos, y de esa manera tan ordinaria. 

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Estaban tan excitados que ambos se encaminaron al climax muy rápido, las embestidas de Fabio se hacían más cortas y rápidas, abruptamente se paró y la volteó para montarla en su cintura y desde ahí meterle su miembro hasta el fondo. Su vaivén era frenético y efusivo, ambos tuvieron un orgasmo delirante, exaltado por el lugar y los tambores que nunca dejaron de sonar. 

De nueva cuenta, sin decir gran cosa, Fabio la tomó de la mano y la llevó de vuelta a la Noche de Carnaval. Otra vez escuchaba a su amiga decir : Once you go black, you never come back. Era cierto, ya no quería regresar.

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