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Orgasmos mojados

"Él comenzó a acariciarme, supe perfecto a dónde iba"

27/02/2020 | Autor: Rincón Erótico
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Soy de las que acepta abiertamente su gusto por las lecturas eróticas, las películas cachondas y, por supuesto, por la pornografía. Pero la buena pornografía, la que considera no sólo se queda con los viejos gangs de las porno; las trasgresoras, las que muestran el placer más allá de una eyaculación en la cara.

Así suelo pasar mis domingos por la noche, o los de cualquier otro día: entro a mis páginas pornográficas preferidas. Me gusta ver videos de universitarios o ameteurs, en ellos, por lo regular, los chicos tienen buen cuerpo y no se diga las maravillas que hacen con su pene; las chicas son cero tímidas y no tienen bronca alguna en ocuparse de su placer. He repasado todos las categorías del porno, eso ha hecho que tenga bien ubicados cuáles son los mejores videos y cuáles de plano no me gustan nadita. En una ocasión, encontré la categoría Squirt, o lo que es lo mismo Eyaculación femenina. Entré y morbosamente comencé a ver algunos, después de un rato de estar checando el material hubo uno que me puso muy cachonda, tanto, que terminé masturbándome.

En él aparecía una chica recostada en una cama, sólo se le veía de la cintura para abajo, sus piernas estaban abiertas, su vulva era el centro de atención. A su lado, sentado, había un señor, se le notaba que era alguien mayor por la apariencia de sus manos; eran un par de amantes disfrutando en incógnito. Él comenzó a acariciarla muy suavemente, recorrió toda su vulva, introdujo sus dedos en su vagina, mientras ella gemía. Lo hacía con delicadeza mientras la chica empezaba a escurrir de lo mojada que estaba, él continuó recorriendo sus piernas y regresó a su vagina. Las venas de sus manos eran voluptuosas, sus movimientos suaves pero constantes y firmes, sabía lo que hacía y lo hacía bien. Entre gemidos de la chica y susurros sucios de él, ella comenzó a eyacular, le salió un líquido transparente que escurría hasta sus nalgas, él mojó con esa agüita y la embarró por todas sus piernas, una y otra vez la acarició, estimuló su clítoris, introdujo sus dedos poco a poco en ella y se entretuvo de nuevo en su punto G. Ella volvió a eyacular.

El video duró como 10 minutos, mismos que, inevitablemente, me hicieron desear ser esa mujer para eyacular una tras otra vez, para mojarme, humedecer la cama y quedarme empapada. ¡Uuuf! ¡Quería ser ella!

 

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Seguí viendo otros videos y en todos pasaba lo mismo. Aun así no me atrevo a decir de qué dependa que unas sí lo hagan y otras no; pero sin duda, yo quería experimentarlo.

Lo primero que hice fue hacerlo sola, me toqué, usé dildos, vibradores, vi porno, etc. Hice todo lo necesario para intentar venirme así como esas chicas, quería saber qué se sentía quedar con las piernas temblando sin poder, siquiera, ponerme de pie; o por qué no, ir más allá, salpicarle la cara a mi pareja y dejar el piso empapado con mis fluidos.

Y sí, después de algunas masturbaciones logré eyacular muchas veces, y aunque fue muy placentero quería más. Decidí enseñarle a mi novio lo que había visto, pero sin contarle mi plan, sabía que él captaría lo que le trataba de decir. Ese mismo día cuando estábamos haciéndolo me puso en una posición en la que facilitaba que él introdujera sus dedos en mi vagina, le dedicó varios minutos a explorar mi punto G. Pronto me llegó esa sensación parecida a la sensación de querer orinar, me relajé y comencé a eyacular una y otra vez, sin embargo, no fue diferente a otras veces.

Cierto día, llevábamos como dos semanas sin poder tener sexo bien, medio fajábamos, me penetraba unos minutos y ya. No porque no quisiéramos, más bien su mamá estuvo quedándose en su casa unos días, así que se volvía un poco complicado; la señora es de esas que no toca la puerta. Si entraba y nos veía, a mí me tenía sin cuidado, eso se iba a ganar por maleducada; pero mi novio sí se estresaba.

Uno de esos días, en los que ya estaba que reventaba de ganas, le dije que saliéramos a cenar, casi invita a su mamá, pero no lo dejé, le comenté que quería hablar con él. Me llevé el coche y no le dije a qué lugar iríamos. Iba un poco serio, tal vez pensó que estaba harta de su mamá en la casa (y sí, pero no se lo iba a decir).

Di vuelta y entramos a un motel, su cara de sorpresa fue inolvidable, pedí una habitación y pagué. “La 24”, nos dijeron.

Estacioné el carro y le dije que bajara, mi actitud era de seriedad total, lo quería asustar. Su palidez me dejó ver que lo estaba logrando. Subí las escaleras y él venía detrás de mí. En cuanto entró y cerró la puerta me le aventé, comencé a besarlo desesperadamente.

-¡Tengo muchas ganas de ti, fue lo único que le dije y le empecé a quitar la ropa.

-Después del susto que me diste, esto es lo mejor que me pudiste haber dicho, me respondió, al mismo tiempo que rozaba toda mi vulva con sus manos.

Nos desnudamos en segundos, no quería otra cosa que tenerlo entre mis piernas, sentir su cuerpo desnudo sobre el mío y experimentar el nacimiento de cientos de gotitas de sudor sobre mi cuerpo. Quería escuchar su respiración agitada, sus leves gemidos y ver su cara impregnada de placer.

 

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Lo primero que hizo fue ponerme de perrito y penetrarme fuertemente, no me dio descanso alguno: me tomaba con todas sus fuerzas de la cintura, me nalgueaba y al mismo tiempo me jalaba del cabello. El espejo frente a nosotros me permitía ver cada uno de sus movimientos, sus caras, era como estar viendo un video porno. No pude evitar pensar “qué buenos somos teniendo sexo, seríamos excelentes estrellas porno”.  

Enseguida me tomó de la cintura y me sentó frente a él, tomé su pene entre mis manos y comencé a chuparlo, sentí cómo empecé a mojárselo cada vez más, acaricié sus testículos, lo tomé de las nalgas y lo acerqué más a mí, lo hice de tal forma que me lo metí todo, su pene llegó hasta mi garganta, él sólo pudo atinar a decirme que lo hacía riquísimo, tenía la vista perdida de tanto placer. Me recosté y lo puse entre mis piernas, enseguida comenzó a besar mis senos; apreté su espalda, jalé su cabello y lo sujeté fuertemente con mis piernas. Tomé su pene y lo puse en mi vagina, con las piernas lo jalé para que me penetrara hasta el fondo, él no dejaba de mover su exquisito trasero con rítmicas penetraciones y yo comencé a jugar con mi clítoris. Estaba a punto de tener un orgasmo, estaba totalmente empapada, no podía más… Tuve un orgasmo.

Me quedé recostada unos segundos, en lo que recuperaba el aire, en ese momento, él comenzó a acariciarme, supe perfecto a dónde iba. Metió sus dedos en mi vagina, al mismo tiempo que con su otra mano toqueteaba toda mi anatomía. Su destreza para hacerlo fue tal que me dediqué sólo a disfrutar lo que hacía conmigo. Apreté las sábanas, me revolqué y grité del placer hasta quedarme ronca. Mis movimientos me hicieron recorrerme poco a poco a la orilla de la cama hasta que mi cabeza quedó colgando y frente al espejo, quería verme, ver lo que mi novio hacía. Cabe aclarar que me gusta verlo a los ojos cuando tenemos sexo, creo que es una forma de provocación que vuelve a la persona en un animal salvaje y eso me fascina. Hubo un momento en el que sólo se detuvo a tocar mi punto G. Es buenísimo para hacerme gritar del placer, sabe lo que me gusta y cómo hacerlo. No necesito dirigirlo, conoce todas mis zonas erógenas, desde mis labios, mi cuello, mi nuca, la espalda, la cintura, mis nalgas, mi vagina, hasta llegar a mis pies. No hay parte de mi cuerpo que se quedé sin ser sabroseada. Es el mejor. No se imaginan lo que sentí, tuve que tomar una almohada para apretarla; fue de esas veces que no supe si quería que siguiera o se detuviera. Sólo lo dudé un momento. En definitiva quería que siguiera. Mis ojos estaban cerrados fuertemente y mi mente en blanco, no pensaba en nada, lo único que podía percibir era esa increíble sensación que te da el punto G. Así siguió, con toda su atención puesta en mí, me dejé llevar, la excitación recorrió todo mi cuerpo como electricidad que va de un lado a otro, mi piel se enchinó de los pies a la cabeza, no sé cómo pero supe que mi punto G se estaba hinchando cada vez más, una sensación de orinar comenzó a invadirme haciéndose más fuerte a cada segundo que pasaba. Mi cuerpo respondió a toda esa tensión sexual y fue cuando… aaaahhgg… eyaculé… al principio fue sólo un chisguete pero después fue un chorro imparable. Un chorro que mojó por completo a mi novio. Antes de seguir quiero decir que cuando tengo sexo, pierdo la noción del tiempo, una hora puede parecerme 15 minutos y mis segundos de orgasmos, una eternidad. No sé cuanto duré viniéndome una y otra vez, pero sí sé que fueron tres veces continuas, fue hasta ese momento que experimenté las piernitas sin fuerza, temblando de la enorme sensación y no de cansancio.

Orgasmo

 

 

Mis nalgas quedaron empapadas, la sábana igual, él ya les dije quedó bañado. Le pedí que me dejara descansar unos minutos. Apenas estaba recuperando la respiración cuando me puso boca abajo y me penetró así, sé que se puso a investigar, pues es una de las mejores para estimular el punto G. Paré mis nalgas y apreté mi vagina con cada penetración, él ya estaba muy excitado por su mojada previa, de hecho, la tenía durísima, y yo estaba ultra sensible así que no dejaba de gemir, esos dos elementos, mis gritos y su nivel de excitación lo hicieron venirse súper rápido. Cayó rendido, pego su pecho mojado a mi espalda, todo su cuerpo estaba evaporando y su corazón parecía que se le iba salir de pecho.

Después de descansar un rato, pero todavía mojados una idea vino a mi cabeza, comencé a acariciar sus nalgas, a besar su espalda, saqué el lubricante que traía en mi bolsa y fue como si ya supiera el camino. Ahora le tocaba a él su turno. Sin decir nada, entendió lo que quería hacer, me dio la espalda y me dijo: “Hazlo”. Ese día él estimuló como nunca mi punto G y yo logré que tuviera un orgasmo súper potente cuando alcancé y froté su punto P. Ese día nuestros orgasmos se volvieron de otro mundo.

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