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relato erotico el regreso

El regreso

Sus besos eran tan sensuales que parecían un coito en sí mismos.

13/02/2020 | Autor: @20s
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De esas noches que se te hace tarde para todo, llegué tardísimo al cumpleaños de mi amiga Vane, a quien le digo y me dice “Bobis”.

— ¡Bobis, por fin..!  Ya me tenías preocupada, amiga. Bueno ya estás aquí… -el efusivo abrazo me indicó que por lo menos ya llevaba unos tres tragos encima.

— ¡Siií! Voy a buscar “algo” para alcanzarte y para quitarme el ‘inche’ estrés que me provocó llegar hasta acá –le dije mientras dejaba mi bolso en el taburete más cercano y hacía un gesto de saludo general, para el resto de la mesa.

La barra, como siempre, estaba abarrotada. Mientras esperaba mis tragos, sentí que alguien me veía con insistencia, pero no quise ser tan obvia, algo me detuvo.  

Tomé los dos vasos y me dirigí a mi mesa y en eso una voz detrás de mí dijo:

— Definitivamente, ya no eres taaaaan boba.

Por impulso, me detuve y di la vuelta para ver quien era… ¡Eduardo! Tener delante de mí a mi amor platónico de toda la vida hizo que me temblaran las piernas. Hacía dos años no lo veía y ahora estaba delante de mí tan sexy como siempre, me encantaba su look de “chico malo”.

— Creí que mi hermana ya no tenía hermana… ¿por qué a esta hora niña? –dijo, fingiendo regañarme.

— Se me hizo tarde... Pero ya estoy aquí. ¿Cuándo volviste? Te ves… súper distinto. ¿Qué le pasó a tu cabello? – De pronto no podía parar de hablar. Creo que sospechó mi nerviosismo y le divirtió un poco mi emoción.

— Llegué hoy. El cabello, me hartó tan largo y me lo corté. Pero la distinta eres tú… te ves… muy bien, -dijo un poco titubeante.

— Gracias, qué te puedo decir, por fin funcionó mi dieta ja. - De pronto pensé que era lo más bobo que había dicho en la vida.

Seguimos nuestro camino a la mesa, Vane nos hizo una seña para que ambos fuéramos con ella. Yo me acerqué primero y a pleno grito me pregunto:

— ¡¿Cómo ves la sorpresa, amiga?! Me encanta tenerlos a los dos aquí. Diviértanse mucho… bueno ahora, después de tanta cursilería me voy a bailar ¡toda la noche! - Le dijo algo a Eduardo en el oído y luego a mí me rumoró - “Amiga, échale un ojo a mi hermanito, que no me haga mosca”.

Y se fue dejándonos ahí parados uno al lado del otro.

A estas alturas me había dado cuenta que seguramente hacía ejercicio, sus brazos se notaban más fuertes y los jeans dejaban ver unas piernas y un trasero bien formados…mmm… creo que ahora me gustaba más. El momento en que sus brazos me rodearon me parecieron los más maravillosos del mundo.

-Qué padre que estés aquí,- sólo atiné a decir.

Eduardo no dejaba de mirarme con cierta extrañeza, sentí que me inspeccionaba de pies a cabeza.

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No sé cuanto tiempo pasó, ambos fingíamos bailar de forma inocente… pero la realidad es que ahí había algo más… nuestra química era un hecho. De pronto, un pensamiento me asaltó: quiero besarlo.

Mi cuerpo le prestaba atención al ritmo, pero mi cabeza estaba concentrada en querer probar qué se sentía besarlo.

Bailé, bailé y bailé… bailé para él. Y él lo sabía.

Y en eso se acercó hasta mi oído y me dijo: “me encantas”.

Sentí que mis ojos se abrieron casi horrorizados… quería correr, brincar, estaba eufórica, emocionada, confundida (todavía no podía creerlo).

Mecánicamente levanté mi vaso y me tomé el resto del trago que tenía en la mano.  Pero no podía dejar de mirarlo, intenté hacerlo de una manera sensual.

Luego, sin voz, sólo con los labios le dije:

— Tú también a mí… desde siempre. Y le sonreí.

— ¿Vamos por más? - me dijo mientras me enseñaba su vaso vacío.

Eduardo me tomó de la mano y me llevó hasta la barra. Pedimos los tragos y regresamos, sin embargo, a medio camino. Agregó:

— Me dijo Vane que ustedes vienen seguido a este antro, a ver dame un tour, porque no lo he recorrido.

Lo guié por las distintas áreas del lugar, la última a la que llegamos, fue una sala de relax, con futones cómodos, a media luz, donde Vane y yo nos vamos a descansar luego de bailar.

— Pues a mí se me antoja para otra cosa - me dijo, mientras me quitaba el vaso que llevaba en la mano, para ponerlo al lado de su cerveza en la mesita.

Luego puso sus manos que se sentían enormes y varoniles en mi cintura. Me estremecí toda.  

— ¿Me ayudas a probar?-me dijo mientras su labios rozaban los míos.

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En ese momento, la música se hizo un eco lejano, mi pecho latía mil veces más fuerte. La sensación de tenerlo cercano a mí, abrazándome, me hacía sentirme tremendamente sexy.

— Claro, yo te ayudo — le dije.

Me besó y sentí como si nadie lo hubiera hecho antes, me sentí como una princesa a la que besa su príncipe valiente. Sentí que no tenía porque tener reservas, no era alguien desconocido, era Eduardo. Quizá por eso me resultó tan fácil dejarme llevar, podía ser un free, podía ser algo eterno, en realidad solo importaba ese momento.

Me empujó hasta el futón, nos quedamos uno al lado del otro. Yo me recargué hacía atrás y él se inclino sobre mí.

Sus besos se convirtieron en un arrebato de sensualidad, besaba más delicioso de lo que nunca me hubiera atrevido a pensar. Su lengua era deliciosa. No sé dónde leí que algunos tipos de besos simulan el coito. En eso pensé y también pensé que si estuviéramos teniendo sexo, su miembro estaría perfectamente duro y lubricado. Y además, lo mejor, es que encajaría perfectamente con mi vagina.

Sin embargo, sus labios se mantenían casi secos. Me volví casi adicta a su labio inferior, más grueso que el de arriba, y a su cuello. Sus besos eran tremendamente provocadores.  

Poco a poco comencé a sentir como él también se afianzaba, al principio, sólo ponía sus manos entorno a mi cintura, pero al paso de los besos fue subiéndolas hasta quedar por debajo de mi busto, todavía alrededor de mi torso.

Yo quería que me tocara más, pero también deseaba que él me deseara tanto que no pudiera resistirse y, terminara haciéndolo por su propia cuenta. Sin embargo, comencé a moverme de tal forma que “accidentalmente” sus dedos tocaran más arriba.

Justo en ese momento hizo una pausa en los besos, efectivamente, lo sintió como un accidente, por lo que puso cara contrariedad. A mí me prendió muchísimo. Él vio el resultado y, lentamente volvió a pasar sus dedos por encima de mi blusa. Enseguida se acercó y me lamió el lóbulo de la oreja, casi me hizo temblar. Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar de todo el placer que me daban su boca, su lengua y sus manos, que ahora se desplazaban sin recato por todo mi torso; no omitían ningún sitio.

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Por momentos, me apretaba la cintura llevándome más cerca de él, luego con firmeza pasaba toda su palma sobre alguno de mis senos, pero lo que definitivamente me convenció de que eso no terminaría ahí fue cuando con el índice y el pulgar apretó sutil –pero evidentemente- uno de mis pezones.

Todavía no salía de la sorpresa, cuando su mano trazó una línea por uno de mis costados hasta la cintura, ahí cambió de dirección y fue a rozar, nuevamente con sutileza, mi pubis.

Quería corresponder esas caricias, quería que también sintiera mis manos, con las yemas de los dedos lo acaricié por todo el antebrazo. Y ahora yo estaba haciendo caminos por su torso, sólo que algo más frenéticamente, impulsivamente.

Sentir sus ojos oscuros sobre mí y verlos llenos de deseo me hicieron perder toda noción de tiempo, ya no me importaba que estuviéramos –si, un tanto ocultos pero- finalmente a la vista de todos. No quería acordarme de nada más, sólo de que él y yo estábamos ahí.

Sentí sus dos manos tomándome de la cintura hasta levantarme, luego hizo que me sentara sobre él. Ah, si tan sólo pudiera montarte así está noche, pensé.

Me inclinó hasta besarme en la boca, de nuevo esos besos, ahora parecía aun más que hacíamos el amor. Me besó el cuello, una y otra vez… Sus manos ahora podían deslizarse con mayor soltura por mi espalda, mi cintura y, claro, mis nalgas. Las masajeaba de una manera exquisita, aprovechó estas caricias para aventar mi peso un poco hacía adelante… y besarme justo en medio de los senos.

No llegó a bajarme siquiera la blusa, pero yo ya me sentía desnuda para él. Era el faje más delicioso que había tenido, lo estaba disfrutando enormemente.

Comenzó a pasear la punta su lengua de un lado a otro, sólo calentándome más… Algo lo distrajo, alguien se había asomado a vernos, entonces me di cuenta que aún estábamos en el antro a unos pasos de Vane y me quedó claro que Eduardo no rebasaría los límites, no al menos ahí.

Nos quedamos viendo unos instantes, ambos estábamos agitados, pudimos notarlo en uno al otro. En verdad ardientes, deseando más.

— ¿Nos vamos? –me preguntó.

– Ahhh, no quiero…- dije jugando. Pero ya sé que Vane nos debe estar buscando - agregué.

Me regaló una sonrisa maravillosa.

-Veamos cómo está… quizá podamos escaparnos –agregó mientras pasaba otras vez sus manos por mis nalgas.

Nos levantamos y nos dirigimos de nueva cuenta a la mesa, pero ella seguía enfiestada. Se acercó para decirnos que había ligado y se iría con alguien más.

Salimos del lugar, en cuanto dimos vuelta a la esquina del antro Eduardo comenzó a besarme, como antes… recorría las mismas zonas, pero ahora sí estaba dispuesto a pasar los límites.

Metió sus manos por debajo de mi blusa, sus besos en medio de mis senos eran deliciosos. Me revolvía el cabello, repasaba nuevos caminos desde mi boca hasta mi pubis.

— ¿Ahora yo puedo enseñarte un lugar? - dijo tomándome una mano, mientras con la otra me envolvía la cintura.

— ¿Vas a mejorar el que yo te enseñé?, le dije para retarlo.

— Te lo prometo… no habrá nada mejor. Y nadie nos va a interrumpir. Ya quiero quitarte todo esto- una vez más deslizó su mano hasta donde pudo.

Le mostré las llaves de mi auto y agregué: Tú manejas… yo voy a donde tú me lleves.

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