Mis curvas confiesan: Fiesta privada en la alberca
La fiesta terminó y todo el mundo se había ido; quedaban los rastros de una buena parranda y nosotros ahí esperando a que llegara el chofer.
-¿Nos aventamos a la alberca con ropa? Me preguntó.
Y quizá yo estaba en un estado etílico lo suficientemente inconveniente o tal vez ese es solamente un pretexto porque yo ya sabía para dónde íbamos.
-¡Va! Pero tú primero, respondí.
Sin pensarlo, soltó su bebida al jardín, se sacó de prisa los zapatos y brincó tan fuerte que me salpicó. Yo ya estaba descalza, me dolían los pies por los tacones, así que en un gesto de gratitud por obedecer, deslicé mi vestido por mi cuerpo y quedé en pantis. Me aventé.
-Ven, tenemos poco tiempo. Me dijo mientras acariciaba mi cintura bajo el agua.
Me monté sobre sus caderas y con un beso intenso le pedí que lo hiciéramos como antes, como en los viejos tiempos.