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Confiésate: experiencia MILF

¿Soy una MILF?

"Me metí a bañar y me puse mi mejor lencería: un bra semitransparente negro, con unos pequeños calzones de encaje".
24/04/2018 | Autor: Rincón Erótico
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Como sucede en muchos matrimonios, la llama de la pasión se había apagado, la rutina consumió gran parte de ella, pero el cariño y el respeto seguían ahí, por eso estábamos juntos.

Mi único hijo había dejado la casa un año atrás para irse a vivir a su depa de soltero en otro estado con su mejor amigo y así arrancar una empresa que tenían en mente. Me pareció la mejor idea del mundo, y más porque se iba con otro joven a quien conocía bien. Al poco tiempo ambos se encontraban de visita en la ciudad y mi esposo y yo los hospedamos en casa por una semana.
Todo iba bien hasta que una mañana saliendo de bañarme, en bata claro, me topé de frente con Julián, el mejor amigo de mi hijo, chocamos y mi bata se abrió ligeramente, dejando ver mi bra y parte de mis senos. Él los miró
directamente y supe que esa mirada no era la del joven al que conocí hace unos años, sino la del hombre en el que se había convertido hacía poco. Ese día transcurrió como si nada, hasta que llegó la noche. Después de cenar todos nos despedimos para ir a dormir. Julián nos pidió permiso para bañarse y así lo hizo; yo estaba esperando a que saliera para poder lavarme la cara y la boca, pero estaba tardando mucho, así que decidí tomar mi cepillo de dientes de mi bolsa e ir a la cocina. Cuando iba pasando por el baño lo vi saliendo sólo con una toalla. Su cuerpo era joven, se notaba suave, atlético y sumamente refrescante. Mi cara lo dijo todo…
Cuando alcé la vista mis ojos se conectaron con los suyos, con el deseo que lo había invadido todo el día, según me confesaría después. “Buenas noches”, me dijo y se pasó de largo.
Toda esa noche me la pasé pensando en las mil y una formas en que podría hacerle el am- ¡tomarlo! Esa era la palabra. Los días pasaron y los 'encuentros' se hacían más frecuentes y menos casuales cada vez, hasta que llegó 'nuestro momento'. Mi hijo le pidió a mi marido que lo acompañara a cotizar unas máquinas, invitaron a Julián, quien dijo que mejor se apuraba con otros pendientes desde casa. Así fue que nos quedamos solos… Dentro de mi fantasía siempre estaba de por medio que alguno de los dos saliera del baño, así que, ¿por qué no? Me metí a bañar y me puse mi mejor lencería: un bra semitransparente negro, con unos pequeños calzones de encaje que subían por mi glúteo y dos cordones que bajaban por mis piernas simulando un liguero. Tardé un poco en salir de la regadera, aproveché ese tiempo para tocarme pensando en cómo lo haría Julián. Mientras el agua caía por mi espalda, pensaba en lo sensual que sería que él llegara por detrás y me dejara sentir su miembro erecto entre mis pompas. Me abrazara tiernamente unas milésimas de segundo mientrasme susurraba algo al oído para luego tomar mis senos con sus manos. ¿Qué me diría? No lo sé, imaginé que cosas como “esperé este momento durante largo tiempo”, “Muero por hacerte mía”, entre otras. Pensar en la cantidad de frases que me podría haber dicho me excitaron demasiado, sentí cómo mis piernas flaqueaban un poco ante la idea de escucharlo, aunque no fuera real; repetí esos segundos en mi mente varias veces, y me percaté de que mis manos ya estaban acariciando mis pechos. Mis pezones erectos y duros, fueron la señal para que una de mis manos comenzara a bajar. Mi mano derecha dio un pequeño paseo por mi cuerpo, mi mano izquierda decidió concentrarse en mis senos, cuando de repente una voz me interrumpió. Era Julián, me preguntó desde afuera si podía pasar, mi cuerpo no me respondía, no era dueña de mí, le dije que sí, le pregunté si estaba bien, si necesitaba algo. Se sacó la camiseta y dijo: “ya no puedo más, dígame que se ha tocado pensando en mí siquiera la mitad de las veces que lo he hecho yo”.
Me sentí la mujer más sexy del mundo y le confesé que era justo lo que estaba haciendo, sus últimas palabras antes de tocarme fueron: “permítame entonces ayudarla con eso”. Me abrazó por detrás como si supiera que eso era lo que quería y comenzó por tocar mis senos, bajando sus manos lentamente. Con fuerza separó mis muslos e introdujo sus dedos entre ellos, mientras movía su pelvis de arriba a abajo, restregando en mis glúteos su miembro erecto, grande. Mi mano tomó su miembro y comenzó a masturbalo, jálandolo, apretándolo fuertemente. Julián besaba mi cuello, y hacía pequeños gemidos de placer a mi oído, susurraba cosas que no alcanzaba a entender, pero en realidad no quería hacerlo, el placer que estaba sintiendo era todo lo que me importaba. Sus dedos se introdujeron en mí, lentos, tibios, decididos a llevarme al Nirvana; con mi mano le indiqué el ritmo en que deseaba que entraran y salieran de mi cuerpo, hasta que lo hizo solo, como si me conociera perfectamente. “No te detengas”, me susurró al oído mientras mi mano continuaba apretando con firmeza su miembro. De pronto sacó sus dedos de mí pero no dejó de abrazarme por la cintura, su mano rápidamente pasó por detrás mío, separó un poco mis glúteos y metió sus dedos más rápido, con mayor fuerza, hasta que
tuvo que sostenerme con mayor firmeza porque mi cuerpo estaba teniendo un orgasmo y parecía no tener la menor intención de sostenerse por sí mismo.
Dejé de tocarlo para agarrarme de la pared de la bañera. Poco a poco me fui relajando, volviendo en sí, mientras sus dedos seguían dentro de mí, moviéndose lentamente, entrando y saliendo poco a poco, disfrutando de la
sensación que provocaba mi zona humedecida por mí y no por el agua que caía de la regadera. Cuando sentí que estaba por rendirme, quería girar apenada y agradecerle, sin embargo él subió el ritmo, rápido y de golpe, la palma de su mano sonó contra mis pompas, como una pequeña nalgada, me excité, lo repitió por algunos segundos y… me vine otra vez. Giré y lo besé porque más que agradecida me sentía súper prendida, de un momento a otro la pena comenzó a invadirme, ¡además de ser infiel, era el mejor amigo de mi hijo! Lo tomé, cerré los ojos y me agaché, solo quería disfrutar y olvidar quién era, recordar lo mucho que me excitaba su abdomen, su boca, sus ojos, sus manos dentro de mí. Introduje su pene en mi boca, el agua me caía en la cara obligándome a cerrar los ojos; una parte de mí se empeñó en hacerle el mejor sexo oral de su vida, lo valía, quería que el resto de su existencia deseara regresar por más. Succioné y lo comí lo más profundo que me era posible hasta que tocara mi campanilla, sus manos en mi cabeza marcaban el ritmo, tomó mi cabello. Lo que él quería es que su miembro estuviera todo el tiempo dentro de mi boca. Mis manos se concentraron en sus testículos, mientras que mi boca quedó libre a que Julián introdujera y sacara levemente su pene de ella. De vez en cuando lo sacaba por completo y permitía que la punta de mi lengua estimulara la punta de su pene; pequeños círculos y ligeras succiones lo prendían y a mi también.
Una de mis manos continuó estimulando sus testículos mientras que la otra bajó a mi vagina; era más que obvio que no iba a tener un tercer orgasmo, pero me seguía sintiendo excitada, húmeda, y quería disfrutarlo también. Mis dedos comenzaron a hacer círculos sobre mi clítoris, las ganas de que me penetrara comenzaron a crecer como espuma; le pedí que lo hiciera, así que me tomó por los codos para incorporarme. Nuevamente me volteó y agarró mi cabello, me penetró por detrás, tomando mi trasero y haciendo que éste fuera la conexión entre el ritmo, él y yo. Las embestidas comenzaron a ser más profundas, más fuertes, más rápidas cada vez. Me enderezó y prácticamente me rogó para que le permitiera venirse en mi boca. Volví a ponerme de cuclillas y a succionar su pene, al principio lo hice lentamente pero era obvio que él quería más. Yo deseaba que ambos tuviéramos la oportunidad de tomarnos nuestro tiempo. Poco a poco fui subiendo la intensidad de las succiones, cuando jaló mi cabello supe que era el momento, froté la punta de su miembro con la punta de mi lengua de nuevo, una pequeña succión en esa zona sería suficiente, el resto lo harían mis manos, para que su jugo cayera sobre mis senos. Al terminar ambos nos mirábamos a los ojos, sabiendo que acabábamos de tener una experiencia inigualable.
En ese momento llamaron a la puerta del baño… era mi marido avisando que habían llegado a casa. Me sentí muy apenada, me terminé de bañar rápidamente, me vestí y salí; ahí estaban los tres... viendo la televisión, sólo yo sabía lo que había pasado.
 

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