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Noche de oficina

Noche de oficina

Su mirada estaba llena de deseo y excitación, la respiración de ella hacía que sus senos se levantaran rítmicamente...

01/11/2018 | Autor: Valeria Rodríguez
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Martes 7 de noviembre

8:20 am. “Este es el día”, pensó Perla mientras se dirigía a su trabajo. Había despertado con la sensación de sentirse especial, incluso se había vestido diferente a como lo hacía para ir a la oficina. Cambió el traje sastre por un vestido rojo, de tirantes y escote en V que resaltaba las curvas de su cuerpo.

8:48 am. Faltaban algunos metros para llegar a su oficina, Perla, pasó frente a un aparador y ella misma se sorprendió de su imagen. Le gustaba, veía a una chica confiada en sí misma y sensual. 

8:57 am. Como de costumbre, sólo ella y Antonieta, la asistente, habían llegado a esa hora . Mecánicamente, encendió la computadora, se sentó y comenzó a sacar de uno de los cajones lo que necesitaba tener a la mano.

9:02 am. “Me estás gustando demasiado”, era lo único que decía el último e-mail del día anterior. Sonrío al ver la frase. En ese momento, Román pasó apresurado frente a la puerta de la oficina de Perla, pero en lugar de enviarle una sonrisa y un “buenos días” desde lejos, entró decidido a saludarla directamente. La chica apenas alcanzó a levantar la mirada del monitor, la tomó por sorpresa el beso en los labios de Román. Todavía confundida, lo vio alejarse, él se detuvo brevemente en la puerta para decirle: “se me antojaba mucho”.

9:25 am. Esperó un poco más de lo habitual para ir a prepararse su café. Cuando entró, Román estaba de espaldas vaciando bolsitas de azúcar y crema en su bebida; excepto él, que no la había visto, los demás le abrieron paso hacía la cafetera. Integrándose a la plática de los demás, Perla se colocó lo más cerca posible a Román, mientras vaciaba el café en su taza, sus cuerpos hicieron contacto. Ambos se miraron a los ojos experimentando cierta tensión, pero fingieron seguir la charla con naturalidad. El atuendo de ella había surtido efecto. El chico no pudo evitar recorrerla con la mirada de pies a cabeza. Ella sintió unas enormes ganas de olerlo y recorrerlo con su lengua.  

11:32 am. “Ya tenía ganas de verte”, había dicho Román inclinándose muy cerca de la chica, la había sorprendido mientras ella sacaba distraídamente fotocopias. Sentir la mirada lasciva de Román en el escote y escuchar su voz tan cerca la excitó. “Puedes venir a verme de cerca cuando quieras”, esta vez Perla decidió coquetear abiertamente. Durante tres semanas ambos lo habían hecho tras e-mails cada vez más subidos de tono, pero una vez que estaban de frente, sus comentarios eran medidos y más bien inocentes.

11:45 am. “Te ves muy bien con ese vestido, pero creo que me gustarías más sin él”. Román

Perla se apresuró a contestar el e-mail: “Me vestí pensando en ti, puedo quitármelo pensando en ti”. Perla

“Tengo una idea mejor: yo te lo quito”. Román

“Tienes mi permiso para quítame lo que quieras”. Perla

2:15 pm. Habían evitado levantar sospechas sentándose separados mientras comían, esta vez Perla llegó tarde y el único lugar que encontró fue al lado de Román. Sospechó que él había hecho algo para que los demás dejaran libre precisamente ese sitio. En cuanto se sentó, él recargó el peso de su pierna contra la de ella. En varias ocasiones Perla aprovecho la cercanía para colocar como sin darse cuenta su mano sobre el muslo de él, mientras le explicaba algo. Su mirada de complicidad le dejaban claro a Román de qué se trataba.

4:28 pm. “Creo que hoy me quedaré hasta tarde ¿me harías compañía?” Román

“En realidad, estoy retrasada en el reporte, no tendremos más remedio que quedarnos a trabajar”. Perla

“Si estás muy estresada puedo ayudarte para que te relajes”. Román

“Qué atractiva oferta, la tomo. Yo también puedo pasarte algunos tips antiestrés. ¿Necesitas algo del archivo?, estoy saliendo para allá”. Perla

4:45 pm. Unos dos minutos después que ella, Román entró también al archivo. Perla estaba de espaldas a la puerta buscando el documento que necesitaba. “Qué horror, necesito un montón de papeles, creo que nunca voy a terminar”, dijo al fin, sin voltear y tratando de aparentar calma. “¿Tú cómo vas?”.

En lugar de una respuesta, escuchó detrás suyo el ligero golpe de la puerta que se cerraba, instintivamente se incorporó y cuando estaba a punto de darse la vuelta, sintió las manos de Román sobre su cintura que la giraban, dirigiéndola rápidamente contra la pared. El gesto de deseo de ella excitó más a Román. La mantuvo así, con la espalda pegada a la pared, mientras le sujetaba las manos y se las subía por encima de la cabeza. Sin decir nada acercó más su cuerpo hasta dejarla prácticamente acorralada. Comenzaron a besarse desesperadamente. Por unos instantes Perla se sintió intimidada por la actitud de Román y le gustó. Fingió un deseo de separarse del cuerpo de él, empujando su pelvis hacía delante, pudo sentir el miembro de él. Román contraatacó pegándose más a ella. “Creo que ya encontré lo que necesitaba”, dijo Perla mientras lo alejaba un poco. “A mí me faltan todavía algunos datos pero estoy seguro que hoy mismo termino”, dijo él mientras la tomaba por la cintura y le daba nuevamente un beso.

5:15 pm. “Me prendiste mucho, estoy trabajando cada vez más lento. Definitivamente hoy saldré tarde, la culpable serás tú”. Román

“Si soy culpable, estoy dispuesta a que me castigues un poco”. Perla

6:10 pm. “¿Crees que Mario se vaya muy tarde?” Román

“Sólo va entregarme unas cosas que necesito y se va, no tardará mucho”. Perla

“Ya te quiero para mí nada más”. Román

6:58 pm. Tras llevarle una carpeta con documentos a Perla, Mario se despidió de ella y Román, deseándoles que terminaran pronto. 

7:05 pm. “Al fin solos”. Román

“En 15 min. termino mi informe, ¿te gustaría escucharlo?” Perla

“Te espero”. Román

7:31 pm. Tras tocar la puerta, Perla entro en la oficina de Román. Sin darle tiempo para levantarse se dirigió a él y se sentó en el borde del escritorio. Su mirada estaba llena de deseo y excitación, la respiración de ella hacía que sus senos se levantaran rítmicamente, Román dirigió la mirada hacía ellos y le dijo a la chica: “Todo el día he querido probarlos”

Sin decir nada Perla comenzó a bajar los tirantes del vestido, se sentía extasiada con la mirada de Román sobre sus pechos abultados ante la urgencia de placer, en su pensamiento le gritaba que se los besara, que se los moridera, que los chupara… 

Una vez que la prenda quedó suelta, tomó el rostro de Román con las dos manos y la dirigió hasta ellos.

Román contuvo el ímpetu que sentía por saborearlos de una manera arrebatada, por el contrario, sus labios apenas rozaban el sostén de Perla. Ella se lo quitó, y esta vez le tomo las manos para que le acariciaran directamente la piel. Al sentir los pezones duros de ella, Román ya no pudo dominar sus ganas de besarlos. Su lengua recorría deliciosa e irregularmente los pechos de Perla, y los pezones los acariciaba con la punta de sus dedos, apretándolos ligeramente, uno a la vez. Daniela sentía que la excitación y un ligero dolor se mezclaban para hacer el placer todavía más intenso. Se sintió húmeda y deseó tener a Román dentro de sí.

Disfrutó por algunos momentos más aquella sensación que la hacía desconectarse del lugar donde estaba y pensar solamente en cuanto deseaba estar totalmente desnuda para él. 

Se levantó e hizo que él también se levantara. Mientras Román le besaba el cuello y la tomaba con fuerza de los glúteos para pegarla lo más posible a su cuerpo, Perla intentaba aflojar el cinturón y el ziper del pantalón de él, se desnudaron rápidamente.

Román dobló un poco las rodillas y la penetró desde abajo, empujando su miembro apenas a la entrada de la vagina. Ella acomodó uno de sus muslos por encima de él, impulsando su peso con los brazos que lo tomaban de la espalda. Román se despegó un poco de ella, le tomó una mano y la dirigió directo a su pene, en cuanto Perla lo tomó, hizo que ella misma lo llevara en medio de sus piernas, trazando círculos entre sus labios vaginales. Una oleada de placer inundó a la chica, que dejó escapar un gemido. Le parecía uno de los placeres más deliciosos que había experimentado.

 

Podía sentir como se iba humedeciendo por dentro, él también; separó la mano de ella de su miembro y, tomándolo él, la penetró lentamente. Rítmicamente se deslizaba dentro de ella, ligeros espasmos se apoderaron de la pareja que cada vez buscaba encontrarse con mayor fuerza, ansiando la sensación del choque de sus cuerpos.  

Súbitamente Román se detuvo y la dirigió al escritorio, la colocó de espaldas y la penetró con un poco de violencia.

-“Llegó la hora de castigarte”, le dijo mientras apretaba sus nalgas, intentando abarcar cada una con una de sus manos.

-“Estoy esperando que lo hagas”, le contestó ella, mientras humedecía su dedos con su saliva y los dirigía en medio de sus muslos.

La imagen y las palabras hicieron que Román se excitara más, le dio dos nalgadas y la penetró con más fuerza. Nuevamente el dolor y el placer se fundieron en Perla, podía sentir sus testículos golpeando sus nalgas, y su pene entrando enérgicamente en ella. Por momentos, Román se agachaba, recargando ligeramente el peso de su pecho en la espalda de ella, le besaba el cuello y con más fuerza que antes buscaba sus senos para apretarlos.

Perla sintió que el calor de una llama creciente le recorría el pecho y el sexo, nuevamente humedeció sus dedos y le suplicó a Román: “No te pares, llega más adentro”.    

Las palabras detonaron en Román el deseo frenético de penetrarla más rápidamente, involuntariamente comenzó a sacudir su cuerpo sobre el de Perla, se levantó un poco y le dio otra nalgada. Ella sintió como una cálida humedad la recorría por dentro, acompañando una explosión de energía que se transformaba en contracciones que apretaban cadenciosamente el miembro de Román. El clímax les llegó impetuoso y lleno de sensualidad. Román se quedó todavía un rato abrazado de Perla, tomándola por la espalda. Conforme su respiración se fue haciendo más lenta, en silencio se tendieron en la alfombra. 

8:10 pm. El timbre del teléfono de Perla los sacó del trance en el que estaban, número equivocado.

-“Vayámonos de aquí, ya te había dicho que te quería quitar el vestido”.

-“Espero que me quites muchas más cosas, además del vestido…”-, dijo Perla maliciosamente. 

 

8:13 pm. Sin terminar sus informes Perla y Román tomaron un taxi frente a su oficina. 

 

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