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Ligando en la biblioteca

La biblioteca

"Estaba tan fuera de mí que hice algo que jamás había intentado".

18/10/2018 | Autor: Valeria Rodríguez
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Tras vernos por tercera vez consecutiva en la semana, Eric por fin decidió preguntarme mi nombre.

Roxana-, dije mientras un cosquilleo me recorría la garganta.

Desde el primer día que vi a Eric, quise conocerlo. Fue una semana en la que quería hacer cosas nuevas, por eso fui a una biblioteca.

En lugar de pedir prestado un libro, me quedé a leerlo ahí. Estuve concentrada por más de una hora, hasta que un ruido me sacó de mi abstracció: un chico a unos metros de mí había tirado unos libros.
 

Al incorporarse nuestras miradas se cruzaron, su cara mostraba vergüenza, pero al ver que le sonreía, se relajó un poco y correspondió  a mi saludo.

Antes de irme a mi casa, nos volvimos a encontrar y a sonreírnos.
 

Volví dos días más tarde y tomé el mismo lugar de la vez anterior, busqué de nuevo mi libro y me dispuse a perderme en él. 

El timbre de un celular me distrajo, levanté la mirada y, vi a Eric mirándome también, nos sonreímos y sentí una mirada con cierta complicidad que nos unía. 

Dos días después, a la misma hora, llegué a la biblioteca, esta vez antes de sentarme busqué a Eric, estaba en una de las esquinas, prácticamente solo. Fui a buscar mi libro y me senté cerca de él, fingiendo no haberlo visto. 

Esta vez no podía concentrarme.


 
— Qué casualidad, otra vez nos encontramos-, dijo tranquilamente.


— Sí, me gusta leer aquí.

Al salir, Eric me preguntó mi nombre y me invitó un café ‘para llevar’.
 

Pasaron unas tres semanas, mis visitas a la biblioteca se hicieron constantes y los encuentros con Eric frecuentes. Nos salíamos a la misma hora, comprábamos un café y caminábamos hasta la parada de camiones, donde cada uno partía a su casa.


 
Definitivamente había tensión sexual. Me gustaba y sabía que yo también le atraía pero no daba señales, eso prendía mi orgullo. Así que se volvió un reto conseguir algo con él.


 
En realidad, quería que él tomara la iniciativa. Pero pasó una semana más y al ver que Eric seguía sin dar un primer paso lo hice yo. Esa semana pasaban un ciclo de cine en una salita de la biblioteca y le propuse ir juntos, al siguiente día, a las 5 pm, nos vimos en la entrada.


 
Quizá unas 10 personas entraron junto con nosotros. Había mucho espacio entre unos y otros, me fascinó la idea de estar en un lugar casi a oscuras con Eric, quien aunque se veía nervioso sutilmente había iniciado a coquetearme. Durante la película, estratégicamente nos acercábamos más. Yo pegaba mi rostro al suyo exagerando y en un momento, nos quedamos de frente, a unos centímetros. Nos miramos unos segundos, sin movernos, todo mi cuerpo se estremecía. Comenzó a besarme.
 


Sentí que me perdía entre sus labios, me parecía mágico. 

Sus manos me tocaron el rostro y el cuello, yo deseé que me recorrieran toda. Hasta que terminó la película, no dejamos de besarnos.

Al día siguiente, regresamos al cine; nuevamente la sala estaba semi vacía, en cuanto las luces se apagaron, buscó mis labios, podía sentir lo ardiente que estaba, mi excitación también iba en aumento. Una de sus manos recorría suavemente mi cuello, sus dedos eran suaves y tibios, la tomé y la dirigí a uno de mis senos, tras palparlo con toda la palma unas cuantas veces, apretó con un poco de fuerza mi pezón, pude sentir como se hacía más erecto. Volví a tomar su mano y esta vez la llevé por debajo de la blusa.
 

Le tomé la mano y la metí por la parte delantera de mi pantalón, sus dedos obedientes buscaron sentir mi sexo caliente y húmedo, mi excitación me ponía casi en trance. 

También busqué tocar su sexo, sentirlo duro y grande sobre el pantalón me incitó de inmediato a tocarlo directamente, así que en cuanto bajé el cierre y desabroché el botón, mi mano descubrió un miembro que imaginé delicioso. Entre las luces de la pantalla lo alcancé a ver. Tras un beso largo y obsceno, mi boca se dirigió a su pene. Estaba durísimo, su piel era suave y estaba caliente, los nervios de que alguien nos pudiera ver, disparaba más la adrenalina. Lo besé un poco y paramos cuando un grupo de chicos se sentó cerca de nosotros.

Todavía estábamos alterados al salir, pasamos por nuestro café y de camino a la parada del camión Eric dijo:
 
— ¿Vamos a otro lugar?


— ¿Me va a gustar?-, dije mientras lo besaba.


— Te va a encantar.


 
Nos metimos en el primer hotel que encontramos, era viejo y algo vulgar; eso me excitó aun más.

En cuanto entramos al cuarto, comenzamos a desnudarnos y besarnos frenéticamente. En el camino, nuestros roces y besos se habían encargado de mantener nuestro ardor, yo ya ansiaba tenerlo encima de mí, dentro de mí… También quería volver a deleitarme con su sexo, chupárselo con más ganas, oírlo gemir de placer y hacerlo venirse en mi boca, en mi vagina, sobre mis senos. Sería por el lugar o tanto tiempo esperando el momento que me sentía invadida de lujuria.

Me senté sobre la cama y lo puse frente a mí, tomé su pene y comencé a besarlo, a recorrerlo con lengua y a ponerlo más duro; recorrí con él algunas partes de mi rostro y mis senos, lo hice chocar contra mis pezones durísimos. La mirada de Eric me decía que moría de ganas por penetrarme.


 
Me tendí en medio de la cama, encogí las rodillas y abrí las piernas, mi sexo palpitaba esperando encontrarse con el de Eric. Lentamente se puso encima de mí, se acercó a besarme haciendo que su pene rozara con mi pubis, de arriba abajo. Se levantó un poco, lo tomé con una mano e hice que su punta recorriera en círculos la entrada de mi vagina, fue riquísimo sentirme tan mojada.


 
Cuando ya no aguanté más, lo llevé a penetrarme más profundo, tanto como fue posible. Lo hizo muy lento. Subí mis piernas encogidas sobre su espalda y lo tomé de los glúteos empujándolo más a mí. Podía sentir como la unión de nuestros cuerpos producía energía, chispas, magia, calentura, pasión, calor, todo a la vez. 

En poco tiempo, una oleada de calor me invadía por completo, mi cuerpo se tensaba y, mientras Eric me tomaba con fuerza por el cabello, tuve un orgasmo exquisito. Gemí sin control.


 
Pero todavía quería más, me puse encima y el ritmo cambió por completo, empecé a cabalgarlo rápidamente. Él me tomaba de las caderas, dirigiéndome con fuerza arriba y abajo, me tocaba los pechos y sus besos se alternaban con algunos mordiscos. Metió uno de sus dedos en mi boca, lo mojó y lo llevó a la entrada de mi ano, me encantó la sensación, el placer me pareció brutal.


 
Estaba tan fuera de mí que hice algo que jamás había intentado. Me levanté un poco y dirigí la punta de su pene a la entrada de mi ano. Estaba tan empapado que no fue difícil irlo introduciendo un poco, su cara atónita me prendía más. Sentía un poco de dolor, pero sólo el necesario para hacer mi placer todavía más palpable.    


 
— Te la quiero meter más adentro-, me avisó.


— Entonces por aquí, tomé de nuevo su pene y lo introduje con facilidad en mi vagina.  


 
Estaba tan humedecida que resbaló fácilmente hasta el fondo, lo cabalgué un poco más, me embestía con fuerza. Me tomaba por la espalda, besaba mis senos con ímpetu, su lengua no paraba de recorrerme, sus labios me chupaban incansablemente. Sentí como un nuevo orgasmo todavía más intenso se acercaba.


 
— Me voy a venir-, dijo él.


— Qué rico, yo también.


 
Nos abandonamos y perdimos en nuestro propio goce, sentí como una explosión iba creciendo dentro de mí, desde mi vientre, la disfruté de principio a fin. Ambos gemíamos y jadeábamos sin censura, pude percibir el momento en que su semen me invadía y me llenaba, lo sentía recorriéndome gratamente.

Al terminar, nuestros cuerpos estaban calientes y bañados en sudor. Permanecimos abrazados y en silencio por un rato; más tarde nos seguimos besando, camino a nuestras respectivas casas.

Dos días más tarde, al entrar en la biblioteca vi a Eric estaba sentado en su lugar favorito, me acerqué, le di un beso en la mejilla y le susurré al oído:


— Hoy no se me antojó ponerme nada debajo de la falda, ¿quieres ir al cine? Luego ya veremos qué pasa, enseguida me fui a buscar mis libros.
 


La monotonía de mis días se había terminado, nadie pensaría que en una biblioteca.
 
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