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Veintitantos

Vivan las curvas
14 de Enero

Curvas sin frenos: La lechuga de oro

¿Por qué es caro comer sano?

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La primera vez que me puso a dieta un profesional fue toda una experiencia. Era un doctor famosísimo que a varias amigas las había hecho bajar; el tío de una de ellas fue quien me lo presentó. El distinguido doctor me dijo que era muy simple bajar de peso: sólo tenía que hacer la dieta que me entregó en un elegante papel y seguir las indicaciones al pie de la letra…

Por Aydeé Treinta / TW @ChicaPlusMexico / FB Chica Plus México

Salí del consultorio segura de que mis problemas se habían acabado, y de que en poco tiempo tendría la cintura de mis sueños que combinada con las boobs heredadas de la abuela y el trasero que generosamente alguna fuerza divina me dio. Serían esos 3 elementos armas letales que combinadas me abrirían todas la puertas, pondrían a todos esos galanes que me hacían el 'fuchi' a mis pies. Ya veía yo mi sueño casi hecho realidad, y me veía a mi misma bateando a todos esos hombres sin piedad.

En ese tiempo era una chica muy joven e idealista, soñadora, que creía en la verdad absoluta y el amor para siempre;  acababa de terminar la escuela técnica y ya tenía trabajo, así que me creía la dueña del mundo, ¡pobre ilusa! Una sola visita al supermercado me hizo ver la realidad. Cuando llegue, después de cobrar mi primer cheque, me sentí toda una mujer de mundo mientras iba poniendo en el carrito los alimentos que venían en mi 'lista': queso cottage y de cabra, uvas, tofu, leche y pollo orgánicos, berenjenas, pimientos, lechuga escarola hidropónica, miel virgen… unas cuantas cosas de la lista.

Mi cabecita iba en su nube mientras mis ojos buscaban como loquitos en las etiquetas lo que tuviera menos calorías, lo que fuera más nutritivo, sólo lo mejor de lo mejor: pan de centeno, avena importada, fresas, arándanos, nueces de macadamia y de Madagascar, aceite de oliva, peces de agua fría y pastas de todos los sabores y colores hechas con trigo integral. Mi carrito levantaba miradas de admiración a su paso.

Llegué a la caja y hasta que vi a una señora dejando cosas en esa como barrita que tienen las cajeras al lado, se me ocurrió pensar que no había checado precios, que sólo había echado cosas y cosas. "¿Qué tanto puede ser? Además acabo de cobrar” La cajera empezó a pasar los artículos, la máquina hacia “Pi pi pi pi”, el cerillito empacaba y embolsaba todo, asombrado de ver a una chamaca casi de su edad, creo que máximo había entre él y yo 3 años de diferencia, comprar tanta cosa sin ir acompañada de su mamá.

Cuando la cajera me dijo el total casi escupo el corazón “¡¿Qué?!” Pregunté horrorizada y pedí me mostraran el ticket para ver bien los precios; todo era ridículamente caro y de lo más ridículamente caro, en mi opinión, era esa boba lechuga hidropónica. ¡Yo sabía cuánto costaba una lechuga, mi mamá me había mandado muchas veces a comprarlas a la recaudaría! Así que no iba a permitir semejante 'robo' y atropello. “¡Quítemela, ni que fuera de oro” Le dije a la pobre cajera que me vio entre enojada y divertida porque tuvimos que hacer el show de que me quitara no sólo la 'lechuga de oro' si no muchas otras cosas que se salían por completo de mi presupuesto, ante la mirada furiosa de los clientes atrás de mi.

Mi cara estaba roja, tan roja como los tomates que tuve que devolver. Salí de ahí con el espíritu roto y viendo mis sueños evaporarse, bueno el vapor que vi en realidad fue el del bote de tamales que la señora de la esquina abrió para darme uno de mole y uno de dulce. ¿Qué caso tenía hacer la dieta? Yo no podía ni pagar la mitad de las cosas de la lista sin quedarme sin quincena, y mis padres ya bastante hacían con darme un techo donde vivir. De paso, entendí porque mis padres se la pasaban horas y horas en el super cuando iban, no era porque estuvieran paseando estaban, literal, exprimiendo el cheque de mi papá para poder comprar lo necesario para todos.

Tontamente renuncié a mi sueño de comer mejor y hacer una dieta sana. Mucho tiempo y muchos kilos después, 3 mujeres me abrieron los ojos: mi madrina, mi abuela y mi madre. La primera, un día nos invitó a su casa y después de una cena muy gourmet (porque ella es un mujer muy sofisticada, de esas que bebe vino en copa para comer), nos invitó postre: la mitad de un durazno en una copita muy coqueta, el cual íbamos a acompañar con yogurth, me dio el bote y lo vacié todo en mi copa; me dispuse a comer, cuando de repente noté que ni mi madrina, ni su hija comían, les pregunté por qué no estaban comiendo y la respuesta me dejó HELADA: "Es que te serviste todo el yogurth que era para las 3 y ya no hay más”. Me moría de la pena y ahí me cayo el veinte de cuanto comía. Fue muy duro aceptar que mis porciones eran gigantes y que eso tenía que ver totalmente con mi aumento de peso a través de los años.

La segunda mujer que me hizo darme cuenta que mi dieta era mi responsabilidad fue mi abuela. La visité en el rancho y me llamó mucho la atención que si ella quería un alimento lo comía sin restricción alguna: pan, galletas, incluso huevos con arroz, todas esas cosas que me encantaban y que comía con miedo siempre por lo del peso. Le pregunté por supuesto, mi abuela usa la misma talla desde que era soltera y me dijo: “Mijita, ¿te fijaste que además de que como pan, queso, crema y arroz, también como muchos nopales, jitomates, acelgas, espinacas, calabacitas, aguacate, frijoles y todo lo que se da aquí en el rancho de temporada?" Sus palabras se quedaron retumbando en mis oídos, una en especial: TEMPORADA.

Mi ignorancia no tiene justificación, no se me había ocurrido hasta ese entonces que la fruta y verdura de temporada, además de ser más sana, es mucho más barata. Fue ahí cuando mi madre me terminó de abrir los ojos: “La cosa contigo Aydee es que no quieres aprender, me he cansado de explicarte y de decirte de la importancia de saber cómo escoger las verduras, cómo comprar las frutas escogiendo precisamente las que están baratas, además no quieres salir conmigo al mercado, ahí hay muchas cosas a buen precio,  precisamente porque son de temporada. Además de frescas, económicas, desde pescados hasta semillas, y de paso, caminas. Al súper se va a cazar ofertas, a buscar latas de atún y sardinas baratas, verduras congeladas a buen precio para alguna emergencia y las ofertas que de vez en cuando hay en queso panela, jamón de pavo y demás, pero hasta ahí. Si tú quieres comprar en el super todo y no sabes que comprar obvio NUNCA te va a alcanzar el dinero”.

Y así poco a poco he ido aprendiendo, me he vuelto buena buscando ofertas en el super y el mercado y ya hasta tengo mis 'marchantas' que me dan buen precio y me avisan que verduras y frutas van a estar de oferta. Me gusta comprar lechugas, aunque no sean hidropónicas-austriacas, y las disfruto en verdad, mi cuerpo lo agradece, ¡y mi bolsillo mucho más! Ahora por fin ya voy al supermercado sin frustrarme.

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