Te podría contar mil, pero prefiero que descubras tú cuánto más puedes aprender.
Vivir sola no debe ser un martirio. Foto: OtherImages
- Para que la estufa y el boiler prendan necesitas abrir la llave de gas. Sí, suena totalmente lógico, pero cuando estás acostumbrada a que en casa de tus papás todo pasa por “arte de magia”, hasta lo más simple se te puede olvidar.
- Si te sabes administrar, no tienen que sufrir. Mucho del miedo de irte a vivir sola es el pensar qué va a pasar si un día se te termina el dinero pero, ¿sabes qué? No pasa, por alguna razón el gen materno “estirar el dinero” se desarrolla muchísimo, cuando sabes que sólo cuentas contigo para resolver las cosas es casi de manera automática que comienzas a tomar las responsabilidades por los cuernos.
- Lavar, planchar, cocinar y limpiar son talentos que todas tenemos. Confieso que cuando vivía con mis papás yo no hacía nada más que mantener limpia mi recámara; debo disculparme con mi madre públicamente por haberle preguntado “¿otra vez pechugas de pollo?” o reclamarle “¿por qué lavaste así mi blusa?”, ¡pelada que soy! Ahora que tengo que hacerlo sola, aún cuando no quiero o tengo ganas, definitivamente me doy cuenta que hacerse cargo de un hogar es muy complicado…
- La independencia tiene un precio. Salirte de casa de tus papás es el primer paso a la independencia total y absoluta, ¿quieres internet? Págalo. ¿Quieres que te limpien tu depa? Contrata a alguien y págale. ¿Quieres tener el mejor sofá del mundo? Cómpralo. La verdad es que es bien fácil dejar que nos paguen todo y nunca preguntarnos cuánto costo la almohada sobre la que dormimos; pero cuando estás por tu cuenta empiezas a saber lo que es realmente obtener algo por lo cuál as trabajado y eso deja un gran y deliciosa satisfacción.
- No soy tan aburrida como pensaba. Vivir sola es aprender a disfrutar de tu soledad, compañía y miedos, darte cuenta que no necesitas de nadie para estar bien y disfrutar el rato es una de las mayores enseñanzas que le debo a esta nueva etapa tan enriquecedora.
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